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Actualizado: 20 de junio de 2025
Clara, resaltando sobre primorosos y elegantes adornos ojivales. Las galerías altas de aquellas suntuosas viviendas hallábanse al descubierto, y nuestros abuelos no reparaban en salir á los corredores los días de invierno, desafiando las pulmonías.
Descubierta la nueva ley de los empujes y resistencias oblicuos, y ensayado con facilidad el medio de llevar al esterior del edificio los empujes de las bóvedas y sus contrarestos, y de reducirlos á puntos determinados, estaba hecho todo: entre los puntos de arranque de cada bóveda podian abrirse grandes ventanas, las bóvedas ojivales podian elevarse á considerable altura, los pilares maestros del interior del templo podian adelgazarse cuanto se quisiera, no habia en rigor necesidad de muros, toda la construccion se reducia á una especie de armazon elástica sostenida por la ley del equilibrio, y los arquitectos de la edad media, en suma, habian descubierto el modo de trasformar los templos en bosques de piedra y sus pilares en árboles; pues no de otra manera que las poderosas ramas que sostienen una leve cortina, se juntan y entretejen los robustos nervios que sostienen los ligeros cascos de bóveda, ni parecen otra cosa las pintadas vidrieras que ocupan casi todo el vano entre pilar y pilar, que recamados y vistosos tapices colgados de árboles para una fiesta.
Es del período flamboyant del gótico, y lo que le falta en severidad y unción mística lo tiene en lujo de primorosos adornos..... Todos convienen en que, no obstante sus líneas ojivales, pertenece al Renacimiento por la ornamentación. Centenares de estatuas adornan sus fachadas: las agujas pasan de doscientas. El conjunto resulta grandioso.
Todo el que dio dinero para la obra imprimió en ella algo de su capricho o su ignorancia. Tenía rejas del Renacimiento, adaptadas a huecos ojivales; vanos trazados sin tener en cuenta la ponderación de las fuerzas, masas aglomeradas donde faltaba resistencia.
Mientras duró el temor de la gravedad, el amante esposo no pensó más que en la enferma y cumplió como bueno; si era a veces importuno, descuidado, o poco hábil, era sin conciencia. Después empezó a aburrirse, a echar de menos la vida ordinaria, y exageraba al decir las horas que pasaba en vela. Para resistir mejor su cruz, decidió tomarle afición al oficio de enfermero y lo consiguió: llegó a ser para él tan divertido como hacer pórticos ojivales de marquetería, el preparar menjurjes y pintarle el cuerpo a su mujer con yodo; soplar y limpiar caldos y consultar el reloj para contar los minutos y hasta los segundos; operación en que llegó a poner una exactitud que impacientaba a Petra y a Servanda. Esperaba con afán la visita del médico, primero para hacerse decir veinte veces que Ana iba mejor, mucho mejor, y además, para gozar con la conversación alegre, ajena a todas las enfermedades del mundo, que seguía a la parte facultativa de la visita. El sustituto de Somoza no era hablador, pero se divertía oyendo a Quintanar, y este llegó a profesar gran cariño a Benítez, que así se llamaba. El contraste de los cuidados vulgares, insignificantes; de la alcoba estrecha y llena de una atmósfera pesada; de la vida monótona de casa, con los grandes intereses de la Europa, la guerra de Rusia, el aire libre, la última zarzuela, encantaba a don Víctor, que llevaba la conversación a cosas frescas, grandes y de muchos accidentes. También le gustaba discutir con Benítez y sondearle, como él decía. Uno de los problemas que más preocupaban al amo de la casa, era el de la pluralidad de los mundos habitados.
Ved esa adusta mole que se levanta en la plazoleta del conde de Priego, de fachada desnuda de ornato y sombría, pero bien razonada y de carácter profundamente cristiano: esa es Sta. Marina, tipo de los primitivos templos ojivales de nuestra nacion.
Esta nave se conserva íntegra: según una tradición, porque los incendiarios franceses de 1809 procuraron que el fuego no llegase á ella; según otra tradición, porque no había en todo aquel edificio madera alguna en que pudiesen prender las llamas. Sin embargo, sus bóvedas ojivales amenazaban desplomarse cuando compró el Monasterio el Sr.
Y Lacour aceptaba con reflexiva gravedad sus observaciones, mientras volvía los ojos á un lado y á otro con la esperanza de reconocer á su hijo. Mostraban los proyectiles los sirvientes de las piezas: grandes cilindros ojivales extraídos de los almacenes subterráneos. Estos almacenes, llamados «abrigos», eran profundas madrigueras, pozos oblicuos reforzados con sacos de tierra y maderos.
Tenía piramidal escalinata, zócalos greco-romanos, y luego machones y paramentos ojivales, con pináculos, gárgolas y doseletes. Por arriba y por abajo, a izquierda y derecha, cantidad de antorchas, urnas, murciélagos, ánforas, búhos, coronas de siemprevivas, aladas clepsidras, guadañas, palmas, anguilas enroscadas y otros emblemas del morir y del vivir eterno.
La cúpula octogonal de la iglesia, conpechinas de arista viva, relacionadas con el cañón de la nave, cuyas bovedas están formadas por nervaduras ojivales, comprueba cómo permanecían vivas las tradiciones mauritanas en los albañiles del siglo XIV.
Palabra del Dia
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