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Actualizado: 7 de junio de 2025


Los del Condado están avisados por ellos y no faltarán tampoco. Si ahora nos quedamos sin la gente de los altos, temo que nuestras costillas vayan hoy molidas á la cama. El jueves, en la Pola, tropecé en la taberna del Colorado con Toribión de Lorío y Firmo de Rivota, y después de ofrecerme un vaso de sidra, me dijeron con sorna: «Adiós, Quino: que no faltes el sábado de Entralgo».

Y pude dominar mi indignación, por respeto a las intenciones de mi madre, que no eran, que no podían ser las que cualquiera tendría derecho a leer en la letra descarnada de sus precedentes advertencias, encomios y recomendaciones; cualquiera menos yo, que conocía hasta qué punto cegaban a aquella señora las pompas y vanidades del mundo, y con qué facilidad transigía con los riesgos más graves, si la costumbre los autorizaba y si sus planes de bambolla los pedían. «¡Dinero, dinero a todo trance, y mundo esplendoroso en que lucirle! «Este venía a ser, en substancia, el objeto, el fin, la aspiración única, y hasta la religión de mi madre, y por eso, creyendo de buena fe que en ello trabajaba por mi felicidad, al ofrecerme por marido a don Mauricio, intentaba, con tan poca prudencia, desvanecer los escrúpulos que yo tuviera para aceptarle.

Aparentemente había acabado por concebir algunas dudas sobre la veracidad de la señorita Helouin que se habían comprobado con la casualidad, para ofrecerme bajo una forma disfrazada una especie de reparación que se creía deberme. En medio de las preocupaciones que entonces me asaltaban, daba escasa importancia al fin particular que nos proponíamos en aquel extraño paseo.

»Le diré lo que por no me hubiera atrevido a decirle; lo haré por monseñor, y el Cielo me dará fuerzas... Le diré: Arturo, ¿me ama usted? Y si, como creo, como temo, me contesta: No, Judit, obedeceré a usted; me alejaré de él, no volveré a verle jamás; y entonces, así lo espero, me estimará usted lo bastante para no ofrecerme nada y no añadir la humillación al sufrimiento.

Para importa tan poco el físico en la cuestión del matrimonio, que no me fijé gran cosa en las facciones de aquel señor que me ofrecían como pudieran ofrecerme otra cosa. Ha comprendido usted mal, caballero dije al notario devolviéndole su fotografía. Preguntaba cómo era moralmente ese caballero, el señor X... hasta más amplia información. No tiene ningún vicio afirmó redondamente el notario.

Nunca más quise jugar al billar con él; y eso que llegó a ofrecerme el mísero cuatro rayas. ¡Cuatro rayas a mi, que, dando un trallazo, me salen palos por todos lados! En cambio, me sentí más inclinado desde entonces al malagueño, o para hablar más propiamente, me fue menos antipático. Después de todo, si a él le gustaba también la hermana, nuestra desgracia era común.

Deseo vivir con mi pena; quiero saborear mi dolor sin que nadie se crea autorizado para ofrecerme consuelo; quiero sufrir libremente, y puesto que nada me obliga a permanecer en París, donde ya no he de verle a usted más, me iré muy lejos de aquí, a un país en donde todo sea extraño para , en donde pueda yo recogerme en mis pensamientos sin que nadie me importune.

Mis ojos se fijaban, inconscientes, ora en las joyas de las mujeres, ora en los brillantes metales de los arreos. Y de repente la idea de mi grandeza me llenó de satisfacción. ¡Todos aquellos carruajes podrían ser míos! Ninguna de las mujeres que veía, dejaría de ofrecerme su seno desnudo, a la menor indicación de un caprichoso deseo.

Ya lo veis, señor cura... porque nosotras también hemos conocido días crueles, porque Bettina recuerda haber puesto la mesa en nuestro pequeño comedor de un quinto piso en New-York, nos encontraréis siempre prontas a socorrer a los que están, como estuvimos nosotras, en presencia de las dificultades y los dolores de la vida... Y ahora, señor Juan, ¿queréis perdonarme mi largo discurso y ofrecerme un poco de esa crema que parece excelente?

«Pero Guillermina... ¡Qué mujer esa! prosiguió la de Jáuregui, después de una triste pausa, poniendo los ojos en blanco . ¿Creerás que la amortajó con sus propias manos? No haría más si fuera su hija. Ella la lavó... ella la vistió... ella le puso el hábito... y tan tranquila. Yo habría querido ayudar; pero, francamente, no sirvo para esas cosas. Me parecía natural el ofrecerme.

Palabra del Dia

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