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Actualizado: 7 de junio de 2025


Propúsole entonces Celestino Reguera comprar un marco antiguo, de plata cincelada, que procedente de cierta casa ducal muy conocida, estaba de venta en la Exposición de arte retrospectivo. Currita se dio una palmada en la frente. ¡Tonta de ! dijo . Si no se necesita; si tengo yo aquí mismo, en casa, al alcance de la mano, algo mejor y mas rico que cuanto pudieran ofrecerme.

Nunca, como en aquel momento había experimentado Lorenzo y Ricardo como él, la influencia tonificante que Melchor les producía, nunca como en aquel momento y realizando aquel viaje, se les había mostrado éste tan digno de ser imitado, y nunca habían sentido más candente el rubor de la propia debilidad, puesta en alto relieve por la tenaz y vibrante prédica de Melchor, quien, advirtiendo el efecto que les producía, continuó diciendo: Yo no puedo pretender ofrecerme como un ejemplo de impecable discreción; pero nunca he trasmitido a nadie ni la más mínima participación en mis angustias ni en mis tristezas, que siempre han sido consecuencia de mis actos, y tengo invocando la amistad a que apelaba Ricardo hace un rato, el derecho de reprocharles en cuantas ocasiones se me presenten, la inercia moral que ustedes revelan, que ustedes cultivan.

15 Mas los sacerdotes levitas, hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento de mi Santuario, cuando los hijos de Israel se desviaron de , ellos se acercarán a para ministrarme, y delante de estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dijo el Señor DIOS. 16 Ellos entrarán en mi Santuario, y ellos se acercarán a mi mesa para ministrarme, y guardarán mi ordenamiento.

Desde luego resolvió que ellas le asistieran, y por ello pagaba más de lo justo. ¡Que nada falte; repetía veremos hasta dónde alcanza la pita! Nada de esto me dijo; lo supe más tarde de boca de la tía Pepa. El buen viejo se limitó a ofrecerme lo que acaso no le era dable hacer gastarse cuanto tenía.

No preguntaba si me era permitido ofrecerme, me daba sin reservas con efusiones en las cuales ponía cuanto en había de sinceridad inteligente, lo mejor de mi ser moral, sobre todo lo más inflamable.

Los tertulios todos, exceptuando á Octavio, reían con estrépito. Paco Ruiz tomaba con la punta de los dedos, y como temiendo mancharse, una moneda del plato y figuraba morderla con mucha delicadeza, diciendo: Están muy buenas, D.ª Feliciana; ¿las ha hecho usted? No podía usted ofrecerme regalo mejor, señora.

Otros tienen el distrito únicamente, pero podrán contarse con los dedos de una mano los españoles que se encuentren hoy, a la vez, sin distrito y sin sombrero. Lector: ¿No tendrá usted por ahí algún distrito suelto que ofrecerme? ¿Ha mirado usted bien?... Todos mis amigos tienen distrito, y hasta hay quien hace gala de dos o tres.

Deja, queridita me decía acariciándome las mejillas, eres la princesa de la familia; continúa. Eso me ofendía. Habría soportado todo salvo que me despidiera cuando iba a ofrecerme con el corazón desbordante de ternura. Una noche la vi llorar. Me deslicé afuera, al jardín, y sostuve un rudo combate.

Les daba vergüenza así me dijeron por entrar visitarme y ofrecerme sus respetos por primera vez en ocasión tan triste; pues encerrados en su valle, del que no salían jamás sin un motivo de gran monta, un poco por ignorancia de los sucesos y otro poco por la maña de «dejar negocios para otro día...». En fin, allí estaban para que dispusiera de ellos a mi comodidad, como podía disponer de otros comparientes de allá, que no les habían acompañado, quién por falta de salud, quién por la de cabalgadura.

De aquí que para hacer los distingos indispensables y marcar bien los límites hasta donde se extiende mi condenación y las razones en que ésta se funda, necesite yo más espacio del que puede ofrecerme El Liberal y acaso más paciencia de la que presumo que han de tener sus lectores.

Palabra del Dia

rigoleto

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