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Actualizado: 13 de junio de 2025
Pero tened en cuenta, para perdonarme, que he pasado mi vida entre hombres y mal puedo saber cómo hablar á una mujer de suerte que ni aun ligeramente lleguen á disgustarla mis palabras. Así me gusta. Y ahora, completad vuestra retractación; decid que tenía yo razón al querer vengarme de mi ofensor. ¡Ah, eso no! contestó él gravemente.
Aunque sea hijo del sol, Aunque de tus grandes uno, Aunque el primero en tu gracia, Aunque en tu imperio el segundo, Que esto soy y éste es mi agravio; Este el ofensor injusto; Este el brazo que le ha muerto, Este divida el verdugo; Pero en tanto que mi cuello Esté en mis hombros robusto, No he de permitir me agravie Del Rey abajo, ninguno.
Lisuardo, en su viaje por Galicia, encuentra á una sobrina del conde de Castilla, denominada Doña Sol, que peregrinaba á Santiago; apasiónase de ella violentamente, y la deshonra, empleando la fuerza, habiendo sido inútiles los ruegos. Garci-Fernández se halla en León cuando llega Doña Sol á esta capital, demandando al Rey justicia contra su ofensor.
Esta costumbre era tan general y absoluta, que nadie podía esquivar su imperio. La muerte bullía, pues, siempre en el fondo de estas intrigas amorosas; hasta la ofensa más ligera pedía sangrienta expiación, no bastando que sucumbiera el ofensor; la hija, la hermana ó la esposa, por inocentes que fuesen, eran arrastradas también en su caída.
El argumento se basa en un hecho extraordinario de la historia antigua del reino de Aragón, y es, en pocas palabras, el siguiente: Don Nuño Aulaga, noble aragonés, que se cree gravemente ofendido por Don Bermudo, uno de los dignatarios más elevados del reino, ha intentado vanamente vengarse de su ofensor; todas las tentativas se han estrellado ante la posición que ocupa en el Estado Don Bermudo, y no le queda otro recurso, para realizar sus proyectos más adelante, que acompañar al rey Alfonso en una expedición á la Tierra Santa.
Esforzáronse, en consecuencia, en demostrar a los testigos de Maurescamp, que, planteada como estaba la cualidad de ofensor y ofendido, quedaba en realidad dudosa entre los combatientes. La provocación dirigida por Maurescamp al señor de Lerne, a causa de un incidente cuya futilidad no podía desconocerse, ¿no tenía en sí un carácter excesivo que se asimilaba a una verdadera agresión?
La última escena es en la corte de Enrique III. Noticioso el Rey de la muerte del comendador de Ocaña, manda castigar severamente al matador: preséntase entonces Peribáñez; expone los motivos que tuvo para dar muerte á su ofensor, y sostiene que se ha visto obligado á hacerlo en defensa de su honor, sometiéndose al fallo de su justicia, si es culpable.
En Los tres soles de Madrid y El encanto por los celos se mueve Monroy en la región más absurda de lo maravilloso, y hasta en las comedias que describen escenas ordinarias de la vida, como, por ejemplo, La alameda de Sevilla y El ofensor de sí mismo, propende á lo extraordinario y á lo raro.
Pónese en seguida en camino, menos por llenar el deber, que se le impone, que por creer que Blanca se encuentre allí también. Apenas se presenta delante del Rey, que desea hablarle, cuando descubre su error, esto es, que su ofensor es Don Mendo y no el Rey. Caballero, guárdeos Dios; Dejadnos besar primero De Su Majestad los pies. Aquél es el Rey, García.
Apartad, Quitad la mano; el color Habéis del rostro perdido. ¿Estáis agraviado? Y ve Mi ofensor, porque me asombre. ¿Quién es? Ignoro su nombre. Señaládmele. Sí haré. Aquí fuera hablaros quiero, Para un negocio importante Que el Rey no ha de estar delante. En la antecámara espero. ¿A dónde, García, vais? A cumplir lo que mandáis, Pues no sois vos mi ofensor. Este es honor, caballero. Muerto soy.
Palabra del Dia
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