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Actualizado: 23 de julio de 2025
Continuad; señora, continuad dijo el duque halagado por las palabras de doña Ana, porque tal era su vanidad, que se hinchaba con el placer de representar al rey de una manera indirecta, aunque esto no fuese sino como podía ser, á obscuras y ante una persona que nunca hubiese oído la voz del rey.
¡El sol yo! ¡pero no veis que estamos á obscuras! Yo os veo claro, como si fuera de día... como si... estuviérais... ¿Como si estuviera dónde? No me atrevo, señor, ¡habéis mostrado tal empeño en no ser conocido!... Sin embargo, vos lo mostráis también en hacerme entender que me conocéis. Porque en ello me va mi honra. ¡Vuestra honra! Sí, sí por cierto; yo no podía ser esclava de otro que de vos.
Quien debía dar la nota dulce y armónica en este desconcierto de malas pasiones, es la mujer; y bien sabes tú qué agallas tiene la nuestra. Por eso ya no hay familia sino entre las gentes obscuras y de poco más o menos. A propósito de hembras denodadas y valerosas: estando yo en Bruselas, en comisión del servicio, llegó allí Sagrario Miralta.
La estancia estaba casi a obscuras; por los grandes balcones no se dejaba pasar más que un rayo de luz; se hablaba poco, se suspiraba y se oía el aleteo de los abanicos. ¡Cuánto mejor hubiese sido que se hubiera vuelto loco! exclamó el marqués de Vegallana, jefe del partido conservador de Vetusta.
Parecía, en fin, contrariada, por la tardanza de su prima la noble abadesa. De repente la distrajo el rechinar de la puerta del locutorio. Se volvió y vió á Quevedo. Doña Catalina se puso de pie. ¿Conque hasta aquí? dijo. Hasta donde vos vayáis, mi cielo. No quiero quedarme á obscuras, y como sois mi sol, os sigo.
Frígilis miró a Pepe como si no le conociera; y como hablando consigo mismo dijo: La vejiga llena.... La peritonitis de... no sé quién.... Eso dicen ellos. ¿La qué, señor? Nada... ¡que se muere de fijo! Y Frígilis entró en un gabinete, que estaba a obscuras para llorar a solas. Poco después Pepe vio salir al coronel Fulgosio y detrás a Somoza el médico.
Contra este Mendoza, que atacó también á las comedias en otros dos escritos titulados Eutrapelia y El buen gusto, apareció una defensa de la comedia bajo el título de Respuesta á un papelón que publicó el Buen Celo, por rondas, que los amantes hacen por las calles de sus damas en las noches obscuras de invierno, en que no es fácil que se conozcan unos á otros, de lo cual se deduce que, si alguno por no coger un constipado deja sus amores para el verano, no aprovechará tampoco en esa escuela, porque en ella sólo se enseña á enamorar en pleno invierno.
Siéntese usted, joven. Está usted en su casa: ya sabe que le considero como de la familia. Y el senador don Gaspar Jiménez acariciaba a Maltrana con aquellas palmaditas protectoras que enorgullecían al joven. Estaba en el despacho del personaje, habitación amueblada con la severidad que correspondía a un hombre de su importancia y su seso. Las sillas eran de cuero, las paredes obscuras.
Pierrepont, desconcertado al pronto, aguardó algunos instantes, pero al fin se decidió a seguirla; la habitación estaba casi a obscuras, cerradas las persianas para preservarse sin duda contra el fuerte calor; el marqués pudo, sin embargo, advertir que Beatriz no estaba allí; se presentó un momento después llevando un estuche en la mano.
Este orden, conexîon, y enlazamiento con que el entendimiento dispone las verdades, ya sea para alcanzar otras mas importantes y obscuras, ya sea para comunicarlas á los demas, es lo que llamamos método; y es cosa muy cierta, que la falta de método que han tenido algunos Autores, ha sido causa de que ni ellos se han aventajado mucho en el descubrimiento de verdades importantes, ni han instruido á los demas debidamente con la publicacion de ellas.
Palabra del Dia
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