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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pues, sí, maese Marner dijo Dolly, que estaba sentada escuchándole, con su rostro tranquilo, ahora encuadrado de cabellos canos , yo también temo; es la voluntad de Aquel que está allá arriba, que muchas cosas permanezcan obscuras para nosotros; pero hay algunas que nunca lo han estado para mí; son principalmente las que me vienen al espíritu durante el trabajo del día.
Su herida no corresponde a su prolongada insensibilidad ni tampoco a esas extrañas y lívidas manchas que tiene en el cuerpo. ¡Mire el revés de sus manos! Hice lo que me decía y me quedé horrorizado de encontrar en las dos unas manchas pequeñas, obscuras, color cobre, que se extendían también por las muñecas y los brazos.
¿Y de qué cosa se trata, tío? le pregunté. De una mujer. Pues si vos, tratándose de mujeres, no veis, estoy seguro de que yo me quedo á obscuras. No tanto, hermano Quevedo, no tanto; yo amo á esa mujer y tengo, naturalmente, una venda sobre los ojos. ¡Os dijo... que me amaba el tío Manolillo! exclamó Dorotea.
Voy a escribir al Magistral; le diré que me espere mañana de tarde; necesito reconciliar; yo no puedo recibir la comunión así; se lo contaré todo, todo, lo de dentro, lo de más adentro también». El despacho estaba a obscuras; allí no entraba la luna. Ana avanzó tentando las paredes. A cada paso tropezaba con un mueble.
Pronto volvía la fe, que se afanaba en conservar y hasta fortificar con el terror de quedarse a obscuras y abandonada si la perdía volvía a desmoronar aquella torrecilla del orgulloso racionalismo, retoño impuro que renacía mil veces en aquel espíritu educado lejos de una saludable disciplina religiosa.
Si el duque no hubiera llevado allí, según su sentido político, un alto objeto, hubiera roto por todo y hubiera pedido á doña Ana luz. Pero aquella mujer le parecía muy importante, y necesario y conveniente de todo punto seguir representando á obscuras un papel de rey enamorado y celoso de su dignidad. El duque de Lerma incurría en su millonésima equivocación.
Ahora parecía vacilar y retroceder ante la ejecución, aunque la felicidad de su hija fuera el premio de su audacia. Su cuarto estaba casi a obscuras; el crepúsculo de la noche no permitía distinguir los objetos, sino como formas grises... De pronto lanzó un grito extraño; su resolución era ya inquebrantable. Soy madre se dijo ; Dios me perdonará.
Metedle en la silla de manos. Meteréme yo, que aún no estoy impedido; que si yo rey no respetara... ¿Qué decís?... Digo que nada digo, y concluyan y vamos y demos todos gusto al rey, que no hay para qué menos. Y Quevedo se entró en la silla de manos. Inmediatamente cerraron la portezuela, y como no tenía celosías ni vidrieras, Quevedo se quedó á obscuras.
Inútiles los ruegos de Nélida cuando, al volver en la madrugada, intentó ablandar a su hermano llamando a la puerta de su camarote. Se fingía dormido. Y ella había pasado el resto de la noche en una silla del comedor, a obscuras, invisible para los de la banda, que andaban divididos de un lado a otro con la agitación de la pelea reciente.
Iba Quevedo en la litera y á obscuras, aunque sin ir en la litera á obscuras hubiera también ido por lo tenebroso de la noche, y luchando con un millón de conjeturas, á ninguna de las cuales encontraba una explicación razonable. Esto sucedía al principio de la noche.
Palabra del Dia
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