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Actualizado: 23 de julio de 2025
Descartes lo dice terminantemente; su método de dudar no es nuevo, lo que le faltaba era la aplicacion; pues por lo tocante al principio en que se funda, «quién ha dudado jamás que sea necesario suspender el juicio sobre las cosas obscuras, ó que no son distintamente conocidas?»
Los buques de guerra y los transportes aliados navegaban con pocas luces ó completamente á obscuras. Los que hacían centinela en el puente ya no miraban la superficie del mar y sus pálidas fosforescencias. Sondeaban el horizonte, temiendo que surgiese ante la proa una forma negra, enorme y veloz, vomitada por la obscuridad.
Sí; sí, señor; es un hombre de cuarenta y cuatro á cuarenta y seis años, aunque demuestra diez menos; ya en otra ocasión me mandó vuecencia que me informara, y yo acudí á mi compadre Diego de Auñón, que es un escribano real, que corta un cabello en el aire. A las veinticuatro horas me dijo: El tal por quien me preguntáis, ha vivido honradamente matando á obscuras por poco precio.
Eran los camarotes de las francesas, señoritas ordenadas y de buenas costumbres, que se acostaron sin presenciar el baile y estaban durmiendo con la honrada tranquilidad de un industrial en vacaciones. «Cien marcos», proponía uno. «Quinientos cincuenta», insinuaba otro, enfurecido por el silencio. «Mil... Dos mil...» Los dejamos soltando cifras ante las puertas obscuras e inmóviles.
Tenía cabellos castaños, que le nacían desde el borde de la frente; un perfil griego de pureza perfecta, un cutis soberbio, y ojos azules con pestañas obscuras y bien trazadas cejas.
Las más serias descripciones sólo nos dan rasgos vagos y generales, y muy poco de lo que constituye la parte original de cada tempestad, de lo que la individualiza como resultante imprevisto de mil circunstancias obscuras, imposibles de desembrollar. El observador colocado en sitio seguro y que contempla desde la playa, ve indudablemente más claro, puesto que nada tiene que temer por su persona.
»En efecto, cuatro meses después se trasladó de noche, muy tarde y muy recatadamente, á casa de nuestro hermano, en una litera, una dama tapada, acompañada de un caballero cuidadosamente encubierto, y algunas horas después, á obscuras, asistida por una partera, que creía asistir á Genoveva, dió á luz aquella dama á nuestro pobre Juan.
La señora de Hermany, yendo y viniendo por el salón a obscuras, en el desorden de una bacante, detúvose al fin delante de Juana: ¿Creía que era una santa? dijo. Sí contestó sencillamente Juana. La señora de Hermany, encogiéndose de hombros, dio todavía algunos pasos.
Se le concluyó el ánimo; creyó que no le quedaba más recurso que cerrar los ojos, que ya no veían, y dejarse morir allí, dejarse arrastrar por aquella agua que iba hacia el río con precipitación vertiginosa. Un relámpago intenso iluminó aquel abismo. Entonces pudo ver á la repentina luz las dos masas obscuras de casas que á un lado y otro se alzaban.
Por fin, la última casa queda detrás, y nos encontraríamos completamente solos si algunas obscuras embarcaciones, parecidas á grandes insectos, no bogaran por el río.
Palabra del Dia
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