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Actualizado: 23 de junio de 2025


La silla de manos en que había sido metido Quevedo, y en que Quevedo se había dormido, anduvo hasta parar en un lugar de que no podía darse cuenta Quevedo; primero, porque con su cansancio, su largo desvelo y su admirable fuerza de ánimo, dormía profundamente; y segundo, porque aunque hubiera estado despierto, la silla de manos estaba herméticamente cerrada y á obscuras.

Pocos podían jactarse de conocer la casa del Provisor de arriba abajo; casi nadie había visto más que el vestíbulo, la escalera, un pasillo, la antesala y el salón de cortinaje verde y sillería con funda de tela gris; y aun el salón medio se veía porque estaba poco menos que a obscuras.

Del hábito de Santiago, señor de Juan Abad y poeta contestó Quevedo. Espera á vuesa merced quien le ha de llevar á otra parte. Pues espérese el que ha de llevarme á que me vista, que yo me creía en casa y habíame desnudado; y si quieren que despache pronto, tráiganme luz, que no se ponen bien las agujetas á obscuras.

Frantz empujó la puerta, y vieron en una gran mesa de cocina, en medio de la sala baja, cuyo techo era de anchas vigas obscuras, rodeado de seis velas de sebo, al joven Colard, tendido cuan largo era, dos hombres sujetándole los brazos, y una cubeta debajo.

Interrumpiose de nuevo, y añadió, viendo que Lucía callaba: Quizá no me comprendas bien.... Son cosas, aunque tan ciertas, obscuras para quien por vez primera las oye.... Pero me entenderás si te digo llanamente que no moriré, porque te quiero, y me quieres, y ahora, suceda lo que suceda, vivo.

Pues hablemos. Pero no á obscuras. Quevedo abrió su linterna. Gracias, mi buen caballero dijo la de Lemos ; ahora sentáos y escuchadme. Siéntome y escucho. Oíd. Doña Catalina y Quevedo, inclinados el uno hacia el otro, empezaron á hablar en voz baja.

Y una vez decidido, se entró de rondón en la portería de las Descalzas Reales, á cuya puerta se había parado, tocó al torno y, en nombre de la Inquisición, pidió hablar con la abadesa. Inmediatamente le dieron la llave de un locutorio. Al entrar en él, Montiño se encontró á obscuras; declinaba la tarde y el locutorio era muy lóbrego. Detrás de la reja no se veían más que tinieblas.

Pero cuando una santa se encuentra á obscuras en una galería apartada con un hombre, tal como el duque de Osuna, por lo mismo que es una santa, se encuentra sin saber cómo en la situación en que se halla la duquesa de Gandía.

Los martirios del alma de la pobre Luz se habían dejado sentir también en su cuerpo. La hallé tendida sobre la cama, y con la habitación medio a obscuras. Le molestaban la claridad y los ruidos; sentía dolorida la cabeza, y una impresión muy desagradable en todas las coyunturas. La toqué la frente, y la tenía ardorosa; en cambio, las manos estaban muy frías.

No los previó y te dejó a obscuras. Nuestro tutor, en los largos sermones que nos echaba, jamás tocó este punto. ¿Cómo habían de calcular el Padre Ripalda ni nuestro tutor que ibas a pasearte en el Buen Retiro, y que ibas a ser perseguida por un Condesito, buen mozo, elegante, ilustre, con coche y con más de 15.000 duros de renta?

Palabra del Dia

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