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Actualizado: 23 de julio de 2025
En los fondos de la Catedral, después de atravesar el reducido patio donde se encienden los incensarios y se cocina el chocolate canonjil, súbese por una escalera de pino a una serie de estancias siempre obscuras.
Los bosques sombríos de los sitios reales, las arboledas obscuras del invierno, fueron y son sus paseos favoritos. Sus palacios de campo tienen techumbres negras, torres achatadas, con veletas y tétricos claustros, como si fuesen monasterios.
La más leve sonrisa abría en sus mejillas dos tristes oquedades obscuras, que tal vez habían sido antes graciosos hoyuelos.
Si el exterminio repugnaba a ciertas almas, ¿por qué no clamar contra las obscuras tragedias que todos los días se desarrollaban en las jaulas de los parques zoológicos?
La diferencia está en que nosotros sabremos la causa en el capítulo siguiente y don Braulio se quedará a obscuras y cavilando. Todas las presentaciones se hicieron con las ceremonias debidas, según la liturgia de la sociedad elegante.
Era ésta una gran casa de madera, fabricada al estilo de las que aun se ven en las calles de nuestras ciudades más antiguas; ahora cubiertas de musgo, derrumbándose, y de aspecto melancólico, mudos testigos de las penas ó alegrías de que fueron teatro sus obscuras habitaciones.
¿A obscuras? ¡Maldiga Dios la noche! Y bendiga los farolillos de las imágenes callejeras; á la vuelta de la esquina hay uno, á cuya luz, si le han alimentado bien, podréis salir de ansias. Don Juan tomó adelante hacia la vuelta de la esquina, y de tal modo, que Quevedo, que no podía ir ligero, se quedó atrás.
Ya menguaba su anchura como comprimida por los abruptos cantiles que se alzaban en una y otra margen alpestre, ya dilatándose el estrecho formaba ingente lago, en cuya faz, que apenas rizaba la brisa, se reflejaban la luz del cielo, ora nubes obscuras, ora el sol refulgente, y los escarpados cerros que parecían circundar el agua formando anfiteatro.
La tierra gris recién abierta por el arado, los caminos amarillentos, las arboledas obscuras, todo palpitaba con una ondulación incansable. El suelo parecía gritar; sus palabras eran las vibraciones de las inquietas banderas.
Y él, con el chaqué ceñido de talle y abombado de pecho, los pies de femenil pequeñez enfundados en charol y cañas blancas sobre altos tacones, bailaba grave, reflexivo, silencioso, como un matemático en pleno problema, mientras las luces azuleaban las dos cortinas obscuras, apretadas y brillantes de sus guedejas.
Palabra del Dia
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