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Todavía tienes que pasar por un amargo trance, y ansiaba yo conocer el brío que hay en ti para sufrirle. GOPA. Antes de su abandono, antes de que esta desgracia me hubiese herido el alma, la imaginación medrosa me fingía mayor la pena que iba a sobrevenir, y me menguaba los medios de consuelo. Ahora nada hay ya que me aterre.

Los mismos que fueron á ver la agua llamaron á Pedro Ginovés, que repartía las raciones por la lista que tenía, y demandáronle que menguaba cada día la cisterna, y dijo que no llegaban á tres dedos; de manera que, dando las raciones que se daban, había agua para quince días; y si se tomara reseña de la gente que había, para que no se diesen raciones demasiadas, como se daban, había agua para mucho más; y sin nada desto, los alambiques solos de la munición y los de particulares bastaban á sustentar 800 hombres y más cada día, dándoles ración sin mezcla de agua salada y darles un tercio más de agua que se les daba.

No obstante, Enrique Thomas fué siempre un actor tempestuoso, arrebatado, que estuvo más cerca de Mounet-Sully que del circunspecto Le-Bargy. En «Kean» obtuvo un éxito inmenso. Había algo en él que le ponía fuera de mismo. Mas no por esto su prestigio menguaba; al contrario.

¡Ay, Don Ignacio! ¿me llevará usted mañana? gritó Lucía, dilatados los ojos con el afán y alzando sus manos suplicantes. Mañana... Artegui se quedó otra vez pensativo . Pero, señora pronunció ya con diverso tono , ¡hoy debe llegar su marido de usted! Es verdad. Cesó de suyo el diálogo, y ambos interlocutores miraron el fuego, y aún Artegui le añadió leña, porque menguaba.

Los PP. José de Arce, Juan Bautista de Zea y Francisco Hervás, suplicaron al P. Superior Bartolomé Ximénez que pasasen adelante á las Rancherías de los infieles á tomar lengua; pero siendo éste de contrario parecer, fué necesario rendirse; antes bien, conociendo que menguaba la corriente más cada día y corría peligro el barco de hacerse pedazos en los escollos ciegos si se parasen allí algún tiempo más, determinó dar la vuelta después de haber gastado mes y medio en andar en busca del camino.

Ya menguaba su anchura como comprimida por los abruptos cantiles que se alzaban en una y otra margen alpestre, ya dilatándose el estrecho formaba ingente lago, en cuya faz, que apenas rizaba la brisa, se reflejaban la luz del cielo, ora nubes obscuras, ora el sol refulgente, y los escarpados cerros que parecían circundar el agua formando anfiteatro.

El cielo menguaba en luces, y una apacible claridad glauca, pura como la atmósfera y plácida como el fresco vientecillo que mecía los cipreses, iba inundando el firmamento. Orión se hundía entre los picos de la cordillera, y la Osa Mayor descendía hacia los valles de Pluviosilla. En la región opuesta vagos albores anunciaban la aurora.

Según subían por la falda de la loma que era como primer escalón para la colina, el terreno se afirmaba, la hierba aclaraba su color y menguaba.

Al punto hacían saber a su amo la presa del lobo, dábanle el pellejo y parte de la carne, y comíanse ellos lo más y lo mejor. Volvía a reñirles el señor, y volvía también el castigo de los perros. No había lobos; menguaba el rebaño; quisiera yo descubrillo; hallábame mudo; todo lo cual me traía lleno de admiración y de congoja.

Morsamor triunfante se engreía y deleitaba en la contemplación de su gloria, sólo compartida acaso por Fernando de Magallanes. ¿Habría este logrado o iría pronto a lograr su propósito después de pasar el Estrecho donde encontró Morsamor el rastro y las muestras de su cruel energía? Morsamor se lo preguntaba y no acertaba a responderse. Pero fuera cual fuera la respuesta que diese al cabo el destino, la gloria de Morsamor, aunque compartida, no menguaba.