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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Me parece repuso que soy dueño de colocar la exposición donde me plazca, puesto que soy el narrador. Por otra parte, no es aquí, en la Opera, donde hay que mostrarse severo respecto a las exposiciones agregó el profesor en Derecho, las cuales no se entienden jamás. Lo cual es, con frecuencia, una fortuna para los autores de los libretos añadió el notario mirándome.
Las familias acomodadas del campo, cuando oían hablar de hombres sabios, pensaban inmediatamente en el notario de Valencia. Le veían con religiosa admiración calarse las gafas para leer de corrido la escritura de venta ó el contrato dotal que sus amanuenses acababan de redactar.
La solemnidad empezaba por el furioso volteo de unas campanas montadas en una puerta del salón. Los clientes del notario, sentados en el entresuelo en espera de los papeles que acababan de garrapatear á toda prisa los escribientes, levantaban la cabeza con asombro.
Ea, Magdalena me dijo después de los primeros cumplimientos, no ponga usted esa cara tan triste. Qué diablo, un matrimonio no es un entierro... Casi exclamé dando un suspiro. Entonces preguntó el notario volviéndose hacia la abuela, ¿la conversión no se ha verificado?... ¡Ay! murmuró la abuela.
No estaba aún completamente decidida Isidora a comprar la libertad con la renuncia total de sus pretensiones. Muñoz y Nones le hizo otra visita, en que charlaron mucho; mas los argumentos de ella eran tan endebles, que el hábil notario los destruía con poco esfuerzo.
El señor Laubepin no cesaba de clavar en mí su mirada penetrante y equívoca, en tanto que su esposa tomaba, al ofrecerme cada plato, el tono doloroso y lastimero que se afecta cerca del lecho de un enfermo. En fin, nos levantamos y el viejo notario me introdujo en su gabinete, donde al momento se nos sirvió el café.
Cuando hubo terminado el tercer acto de Los Hugonotes, el notario prosiguió en esta forma: Señores, adivino que sienten ustedes curiosidad por saber lo que había sucedido a nuestro amigo Arturo, y sobre todo, por saber a ciencia cierta de qué clase de sujeto se trataba. ¿Por qué no ha empezado usted por ahí? le dije.
Y bien Magdalena dijo con ternura, reflexiona, te lo suplico... Piensa que puedes darme una gran alegría... Apoyada en la abuela, que me tenía abrazada y bien apretada contra ella, prometí todo lo que ella quiso... Tengo, pues, seis días para descubrir si quiero o no ver al señor X... ¡Ah! llévese el diablo al señor X... y al notario con él... San José ha escuchado demasiado bien a la abuela...
Hasta entonces, usted será tan bueno que tomará los informes complementarios, pues espero que Magdalena consentirá, por darme gusto, en aceptar esta entrevista... Sería una locura el rehusar tal situación... Sí confirmé políticamente al notario, la situación es tentadora, pero el hombre... ¡Bah! respondió bruscamente el notario levantándose para despedirse.
El notario estaba radiante. Todos sus amigos de los días pares, todos los altos dignatarios de la francmasonería del placer, le dieron la enhorabuena por su curación milagrosa. Reinó durante todo un entreacto en aquel reino envidiable.
Palabra del Dia
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