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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Apenas se detenía en la puerta de la cocina, apoyando un codo en el quicio y obstruyendo con su cuerpo la entrada da la luz solar, el viejo echaba mano á la botella de caña, preparando un «refresco» ó un «caliente» en honor del segundo. Bebían con lentitud, interrumpiendo el paladeo del líquido para lamentarse de la inmovilidad del Mare nostrum. Hacían cuentas, como si el buque fuese suyo.
De seguir en aquel ambiente hostil que exacerbaba sus remordimientos, amontonaría error sobre error. Solamente la acción le podía hacer olvidar. Un día anunció á Tòni que dentro de unas horas iban á partir. Había ofrecido sus servicios á las marinas aliadas para avituallar la flota sitiadora de los Dardanelos. El Mare nostrum transportaría víveres, armas, municiones, aeroplanos.
Cuando quedaron anclados en este pedazo de mar gris, brumoso y poco seguro, rodeado de negras montañas, Tòni esperó con ansiedad el resultado de los viajes que el capitán hacía á tierra. En todo el curso de la navegación, Ferragut no se había prestado á confidencias. El piloto sólo sabía que este viaje á Brest era el último. ¿Quién iba á ser el nuevo dueño del Mare nostrum?
Acabó por no ocultar la admiración que le inspiraba su maestría de navegante. Conoce usted bien su mar dijo el conde. El capitán se encogió de hombros sonriendo. Era verdaderamente suyo. Podía llamarle mare nostrum, lo mismo que los romanos, sus antiguos dominadores. Como si adivinase el fondo á simple vista, mantuvo el buque en los límites del extenso banco de la Aventura.
Ulises le habló rehuyendo su mirada, deseando evitar con el laconismo de su lenguaje todo motivo de emoción. Había vendido el buque á los franceses: un negocio rápido y magnífico... ¡Quién le hubiese dicho al comprar Mare nostrum que algún día le darían por él una cantidad tan enorme!... En ningún país se encontraban barcos á la venta.
Este viaje iba á ser más corto que los anteriores. El Mare nostrum fué á Corfú con material de guerra para los servios, que reorganizaban sus batallones destinados á Salónica. En el viaje de vuelta, Ferragut fué atacado por el enemigo. Un amanecer, cuando subía al puente para reemplazar á Tòni, los dos vieron al mismo tiempo en forma tangible lo que llevaban á todas horas en su imaginación.
Las negativas rotundas de él y su piloto á los interrogatorios de los carabineros le libraron de nuevas molestias. «No sabían nada; no habían visto nada.» El capitán acogió con fingida indiferencia la noticia de haber sido encontrado en la misma noche el cadáver de un hombre, al parecer alemán, pero sin papeles, sin nada que permitiese su identificación, en un muelle algo lejano del lugar que ocupaba el Mare nostrum.
En el curso de una semana, el Mare nostrum se despobló y volvió á poblarse. Fueron marchándose en grupos sus antiguos tripulantes. Tòni salió el último, y Ulises no quiso verle, por temor á una emoción inútil. Ya se escribirían. Una curiosidad simpática impulsó al cocinero hacia la nueva marinería.
Muy santa debía ser la tierra bretona, la más santa del mundo, cuando el valenciano milagroso, después de correr tantas naciones, había querido morir en ella. Ya no le produjo asombro que á este mocetón le hubiesen recogido en Dixmude cubierto de heridas y se mostrase ahora sano y vigoroso... A bordo del Mare nostrum era artillero: él y dos camaradas estaban encargados del cañón.
El tercer viaje, en pleno invierno, fué muy duro, y al final de una noche lluviosa, cuando las sutiles palideces del alba empezaban á sacar de la sombra los contornos todavía esfumados de la realidad, el Mare nostrum llegó á la rada de Salónica. Sólo una vez había estado Ferragut en este puerto, muchos años antes, cuando todavía era de los turcos.
Palabra del Dia
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