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Actualizado: 20 de junio de 2025


Huyó del café, como si odiase a las gentes y tuviese necesidad de tinieblas y silencio. En la cubierta de los botes ocupó un sillón, mojado por la humedad. Este aislamiento lóbrego aplacó sus nervios... Nadie. Los pasajeros estaban ya en sus camarotes o se mantenían en el paseo dando vueltas por las inmediaciones del café, como pájaros nocturnos atraídos por un faro.

Su mirada era como la mirada de los pájaros nocturnos, intensa, luminosa y más siniestra por el contraste obscuro de sus grandes cejas, por la elasticidad y sutileza de sus párpados sombríos, que en la obscuridad se dilataban mostrando dos pupilas muy claras. Estas, además de ver mucho, parecía que iluminaban lo que veían.

Sin estorbo alguno, con igual seguridad y placidez que antes, proseguimos nuestros coloquios nocturnos a la reja. Yo estaba algunas veces inquieto, sin embargo, imaginando que la hora menos pensada una delación del malagueño podría concluir con ellos. Su mismo silencio me daba miedo, haciéndome pensar en terribles asechanzas. Pero Gloria no sentía preocupación alguna.

Con el mayor, «el sabio», no había que contar. Era un infeliz, dedicado á sus libros, y que consideraba á toda la familia con gesto protector. Los otros, subtenientes ó alumnos portaespada, le mostraron con orgullo los progresos de la alegría germánica. Conoció restoranes nocturnos que eran una imitación de los de París, pero mucho más grandes.

Se reconoce en la calcarea una accion innegable en las epilepsias y accesos epileptiformes, ya en los niños, ya en constituciones deterioradas, y ya en sugetos hemorroidarios, escrofulosos ú obesos. Su accion, en estos casos, es mas pronunciada en los accesos nocturnos. Bœninghaussen la alterna con la belladona. El causticum es algunas veces su mejor auxiliar.

Quisiera morir cuando el sol traspone los montes lejanos del horizonte, cuando muere la luz entre celajes de ópalo y grana. Quisiera morir, y sería feliz si supiese que en mi tumba solitaria vendría usted a depositar algunas margaritas silvestres... Timoteo repetía los conceptos poéticos que más habían herido su imaginación en la letra de los nocturnos y canzonetas que tocaba.

Hombres de poderosa asimilación ostentan cierto caudal de conocimientos, sin haber abierto un libro, y es que se han apropiado ideas vertidas en esos círculos nocturnos por los estudiosos que se permiten una hora de esparcimiento en tertulias tan amenas y fraternales.

Pero después volvió á quedar sumergida en su profunda ceguera. Las rodillas se le doblaban; el agua le habla calado toda la ropa; Batilo gruñía como un perro náufrago. A pesar del ruido de la lluvia, los gritos de las mujeres se sentían otra vez, discordantes, agudos, como confuso chirrido de pájaros nocturnos, resonando encima, allá arriba.

El campanero corría por las naves agitando su llavero, que asustaba a los murciélagos, cada vez más numerosos. Las dos devotas habían desaparecido. Sólo quedaban en la catedral el maestro de capilla y Gabriel. Por una nave baja avanzaban los vigilantes nocturnos, que iban a ocupar sus puestos hasta la mañana siguiente, precedidos por el perro.

Pero, cuando él levantaba la voz en la clase, o fuera de la clase, o con los tertulianos nocturnos que lo visitaban en el colegio, entonces temblaba la casa; buscaba la invectiva, la lanzaba al rostro del adversario y la sazonaba con vocablos de estofado, acabando por dominar el debate con sus gritos estentóreos.

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