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Actualizado: 25 de junio de 2025
Ora fuese artificio, ora costumbre, Los rayos de su luz tal vez crecian, Y tal vez daban encogida lumbre. Dos ninfas á sus lados asistian, De tan gentil donaire y apariencia, Que miradas las almas suspendian. De la del alto trono en la presencia Desplegaban sus labios en razones, Ricas en suavidad, pobres en ciencia.
¡Por María Santísima! exclamó ella poniéndole la mano en la boca. En fin, ya esta vez me ha pasado... Vine por la calle con el mareo. Al entrar, creí que entraba en un encantado y hermosísimo palacio; las presas me parecieron unas ninfas muy aéreas, unas como animadas flores, hijas del viento, ¿qué tal? La escalera, una escalera de plata y la celadora, un ángel... ¡Jesús, basta, basta!...
Alguno murmuró, viendome ageno Del honor que pensó se me debia, Del planeta de luz y virtud lleno. En esto pareció que cobró el dia Un nuevo resplandor, y el aire oyóse Herir de una dulcisima harmonia. Y en esto por un lado descubrióse Del sitio un esquadron de ninfas bellas, Con que infinito el rubio dios holgóse.
Weber, que era un muchacho muy travieso, publicó a los doce sus seis primeras fugas, y a los catorce compuso su ópera Las Ninfas del Bosque: la famosísima del Cazador la compuso a los treinta y seis.
Un lamento de muerte rasgó el espacio, llegando a los oídos de todos los hombres. «¡El gran Pan ha muerto!...» Las sirenas se sumergieron para siempre en las glaucas profundidades, las ninfas huyeron despavoridas a las entrañas de la tierra para no volver jamás, y los templos, blancos, que cantaban como himnos de mármol la alegría de la vida bajo el torrente de oro del sol, se entenebrecieron, sumiéndose en el silencio augusto de las ruinas. «Cristo ha nacido», gritó la misma voz.
Llegan la musa TERPSÍCORE primeramente, y después las NINFAS, las NÁYADES y las ONDINAS bailando y esparciendo flores al son de las liras de APOLO y de ERATO y de la flauta de EUTERPE. Después de la danza todos se colocan á ambos lados del escenario.
Pues ¿dónde habían de estar? exclama D. Cristóbal con afectada sorpresa, sintiendo cierto calorcillo en las mejillas. No sé; pero desde luego se puede asegurar que no los han hecho en Madrid. Y las cuatro ninfas comienzan a dar vueltas entre sus ebúrneos dedos a los abrigos, los estudian, los analizan con atento cuidado que pone en suspensión y espanto a su progenitor.
Porque para lo primero todavía soy joven, y para lo segundo... ¿Estoy demasiado viejo? No he dicho tal. Viejo, ¿eh? ¿Conque viejo? Pues la leña seca es la que arde mejor. Y al decir esto se levantó y abrazó a Carolina, como en un célebre cuadro de Rubens abrazan los sátiros a las ninfas, sin que ella le rechazara. ¿Cuál será el alma cruel y despiadada que la vitupere?
Amor volvió entonces al cielo y rara vez y muy de pasada acude al mundo, donde sus menores hermanos, hijos de las ninfas, toman su apariencia y le imitan hiriendo las almas vulgares. Pero el verdadero y celeste Amor hiere las almas escogidas, e hiriéndolas, las habilita y dispone para llevar a cabo las más altas hazañas.
Las Argentinas ninfas, conociendo De aquesta Ana Valverde la belleza, Sus dorados cabellos descojendo, Envueltas en dolor y gran tristeza, Estan
Palabra del Dia
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