Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de mayo de 2025
El movimiento de los muelles tenía para él cierta música evocadora de su juventud, cuando navegaba como médico de trasatlántico; chirridos de grúas, rodar de carros, melopeas sordas de los cargadores.
Nautas obscuros, huyendo de los rumbos del Almirante, ponían decididos la proa al Sur, sin miedo a las pavorosas noticias que circulaban sobre el fuego del Ecuador. Un Pinzón llegaba a las costas del Brasil mucho antes de que esta tierra fuese descubierta casualmente por una expedición portuguesa que navegaba hacia las Indias asiáticas.
Los hombres corrían ansiosos tras la carnal limosna; surgían conflictos y peleas, todos se agitaban como locos, y el trasatlántico, fosco y de mal humor, navegaba con el funcionamiento de su vida trastornado, los servicios internos en desorden, deseoso de llegar cuanto antes al final del viaje para sanar de esta enfermedad.
Iba aproximándose el Goethe a la ciudad. Apareció ésta detrás de dos islas coronadas de palmeras, avanzando sus primeras casas entre pequeñas colinas en forma de panes de azúcar. Las construcciones destacaban sus fachadas de un rojo veneciano o amarillas sobre la masa obscura de los jardines. Navegaba el trasatlántico en aguas pobladas de reflejos.
El telégrafo lo mantuvo en contacto con las instrucciones llegadas de tierra. Gibraltar le aconsejó que navegase pegado á la costa de África; Malta y Bizerta le indicaron que podía seguir adelante, por estar el paso entre Túnez y Sicilia limpio de enemigos. Del lejano Egipto vinieron á su alcance avisos tranquilizadores mientras navegaba entre las islas griegas con la proa hacia Salónica.
Del vapor no había quedado un solo bote flotando sobre las aguas... Su única esperanza, remota y quimérica, era que un buque descubriese á los náufragos, salvándolos. Esta ilusión casi se realizó al poco rato. Desde la cresta de una ola pudo ver un barco negro, largo y bajo de borda, sin chimenea ni mástiles, que navegaba lentamente por entre los restos de la catástrofe. Reconoció á un submarino.
Ahora emprendía viajes caprichosos; navegaba de un hemisferio á otro por el placer de visitar una pequeña isla que había visto descrita en los libros, una de esas islas perdidas en el Pacífico, y tan exiguas, que aparecen en las cartas como un simple punto á continuación de su largo nombre trazado sobre la superficie pintada de azul.
El terrible gigante Adamastor, domado ya por la secular constancia y el valor de los portugueses, estaba sin duda de muy buen talante en aquella ocasión, y sin tormentas ni furores dejó que entrasen en el mar de la India la nave de Morsamor y otras cuatro naves más, que formaban la escuadra en cuya compañía Morsamor navegaba.
Fué tal su impresión, que olvidó por algún tiempo el motivo que le había arrastrado hasta allí... ¡Si los que provocan la guerra desde los gabinetes diplomáticos ó las mesas de un Estado Mayor pudiesen contemplarla, no en los campos de batalla, con el entusiasmo que perturba los sentidos, sino en frío, tal como se aprecia en hospitales y cementerios por los restos que deja tras de su paso!... El joven vió en su imaginación el globo terráqueo como un buque enorme que navegaba por la inmensidad.
Yo insinué varias veces, hablando con doña Celestina, después de comunicarle lo que le ocurría a la muchacha, que debía dar cuenta a su hijo de lo que pasaba con la Shele; pero comprendí que era inútil y que estando en su mano no había de hacer nada con ese fin. Sabía que Juan de Aguirre navegaba en la derrota de Cádiz a Filipinas, pero ni la Shele ni yo pudimos averiguar en qué barco.
Palabra del Dia
Otros Mirando