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Actualizado: 24 de mayo de 2025
En pocos minutos el junco, que navegaba ahora con gran velocidad, pues se había levantado un recio brisote del Oeste, dobló la punta peñascosa que el Capitán había indicado, y entró en una gran bahía rodeada de escollos coralíferos, y cuyas márgenes descendían dulcemente hasta el mar. ¿Es aquí? preguntaron los dos jóvenes.
Podía ser esférico en el hemisferio boreal, donde aquellos sabios habían hecho solamente sus estudios; pero este otro hemisferio por cuyos límites navegaba él tenía la «forma de una pera, que es redonda salvo allí donde tiene el pezón, que es más alto, o la de una pelota con una teta de mujer puesta encima», y el extremo de tal pezón era «la parte del mundo más propincua al cielo».
Sigue el buque francés su derrotero Impelido del soplo del Pampero Por el piélago azul. En tanto que el Corsario navegaba Y al divisar sus velas esclamaba «A los libres, salud.» Un negro bergantin pasó á lo lejos, Y de la mústia luna á los reflejos, Dijo, al ver su pendon: «Mirad, se llama de la mar señora «Esa bandera que enlutada llora «En el templo de Dios.
Con la audacia de su primera juventud, cuando navegaba por los mares infinitos de tierra del nuevo mundo guiando tropas de reses, se lanzó fuera de su parque.
No fué esto por humanidad, sino porque los obreros que sujetaban con garfios de hierro las rocas aportadas por él exigían descanso. Gillespie pudo vagar durante la mañana por la costa inmediata al puerto. Un buque de guerra navegaba paralelo á la orilla para cortarle el paso si se echaba al agua. Una máquina aérea le seguía con perezoso vuelo.
Una vez en posesión del libro apetecido, nuestro mancebo corría a sentarse al lado de la chimenea y se dejaba tostar las pantorrillas, mientras el cerebro navegaba por los mares ignotos de la metafísica; primero faltaría el sol en su carrera, que nuestro estudiante en una de las butacas de terciopelo carmesí del Ateneo.
A la una y media descubrieron el Pan de Azucar al oeste, y á las 5-1/2 á su barlovento, una embarcacion que navegaba al Rio de la Plata, y su vista los obligó á preparar la artilleria y las armas.
Por tanto, resolvió darse todo á Dios, al cuidado de su alma y á las cosas de la eternidad, gastando, como más próvido mercader, el resto de su vida en el tráfico de bienes no sujetos á mudanzas y reveses de la fortuna, en lo cual tuvo mejor logro que cuando en el mundo navegaba su prosperidad viento en popa.
Por una calle más alta, que ya se había inundado también, navegaba una canoa, larga y chata; traía hombres y mujeres casi desnudos, salvados por marineros de la Prefectura. Iban echados sobre fardos de ropa y miraban mudos la llanura de agua que se perdía hacia la campaña del sur. Aquella escena, en un silencio mortal, hacía la impresión del diluvio bíblico. ¿Y la iglesia? preguntó Adriana.
Dos vedijas de espuma empezaron á amontonarse en ambas caras de su proa. Corría con todo el ímpetu de su marcha de superficie; pero el Mare nostrum navegaba igualmente con el impulso forzado de sus máquinas á gran presión, y la distancia entre ambos buques se fué dilatando. ¡Tiran! dijo Ferragut con los gemelos en los ojos. Una columna de agua se levantó cerca de la proa.
Palabra del Dia
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