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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


-Antes creo, Sancho -dijo don Quijote-, que te quieres encaramar y subir en andamio por ver sin peligro los toros. -La verdad que diga -respondió Sancho-, las desaforadas narices de aquel escudero me tienen atónito y lleno de espanto, y no me atrevo a estar junto a él.

=Cuarto de los primogénitos:= En el jardín que está en este cuarto que llaman de los primogénitos hay una estátua de Venus acostada en cama con un cupidillo en los brazos, todo de marmol pario de siete palmos de largo; á la Venus le faltan las narices y al cupido el brazo izquierdo y no tiene el arco que dice la memoria; esta estátua está sobre una tarima de madera debajo de un corredor de dicho jardín.

Vaya, vaya, ya estás aquí de más, Jacinto dijo al cabo ella haciendo esfuerzos inútiles por ponerse seria. Si no te vas en seguida te restrego la cara con ceniza. ¡Ca! No haría ella eso: no se atrevería á tanto. ¿Que no me atrevo? ¡Ahora verás! Y tomando un puñado de ceniza se lo arrojó á la cara. Jacinto comenzó á toser y estornudar porque se le había metido por boca y narices.

En esas tertulias se derrocha ingenio, agudeza, y hasta su poquita maledicencia, á pesar de tener á la altura de las narices, y muchas veces dentro de ellas, el vecino cementerio que parece debía ser con su presencia valladar á ciertos y arriesgados discreteos.

Fortunata había oído la voz de doña Lupe, y cuando esta se retiró, quiso que Ballester le explicase qué traía por allí. «Pues nada, que la ministra esa quiere meter las narices, y ver a usted, y hablarle y decirle cosas que sin duda la marearán». ¡Ah!, que no entre... no la puedo ver. Creo que me pondré mala si la veo. Y de mi marido, ¿qué dijo? No le nombró.

No por qué decís eso, amigo Velludo, si no es porque aquí hay un olor á muerto que vuelca. Yo creo que traéis ese olor metido en las narices, amigo Saltillo. Pronto hemos de ver si está ese olor aquí, ó si le traemos nosotros. ¿Está don Bernardino? Impaciente. Pues aún no han dado las doce. Es que el reloj de la honra adelanta siempre. Pues adelante. Adelante.

, ; ya lo sospechaba; hemos venido a paso de carga. ¿Dónde hay que meter la pólvora? Allá en el cobertizo, detrás de la granja. ¿Eh? ¿Es usted, Catalina? , Juan Claudio; ¡qué frío hace esta mañana! Usted es siempre la misma; nunca le teme a nada. Si no fuese curiosa, ¿no dejaría de ser mujer?; tengo que meter las narices en todo.

Pero ¿quién puede ver en lo futuro más allá de sus narices? Mi cabeza fué la primera que cayó. Tengo para , que cuando á un empleado lo declaran cesante, ó, para hablar metafóricamente, le cortan la cabeza, rara vez, ó nunca, es aquella la época más feliz de su vida.

Lo que siento es que no hayas ido á darles la bienvenida, porque lo que es tu padre... ya podía llegar el rey de España, que él seguiría tan quieto en su despacho, sin asomar siquiera las narices por el balcón para verle pasar... Pues á poco rato dicen que pasó Pedro á caballo, que traía al niño mayor delante de . El niño iba muy contento, y arreaba la caballería con un latiguillo.

Mucho ha escrito mi hermano en una sola noche, para tan enfermo como dice mi sobrino que se halla murmuró limpiándose cuidadosamente las narices ; leamos ahora añadió después de haber doblado y guardado su enorme pañuelo blanco. He aquí la carta, á cuya cabeza había una cruz, y debajo las tres iniciales de Jesús, María y José. «Navalcarnero, á 30 de Noviembre del año del Señor de 1610

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