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Actualizado: 22 de junio de 2025
Triunfaba mi amo con la mucha ganancia; y viendo cuán bien sabía imitar el corcel napolitano, hízome unas cubiertas de guadamací y una silla pequeña, que me acomodó en las espaldas, y sobre ella puso una figura liviana de un hombre, con una lancilla de correr sortija, y enseñóme a correr derechamente a una sortija que entre dos palos ponía; y el día que había de correrla pregonaba que aquel día corría sortija el perro sabio, y hacía otras nuevas y nunca vistas galanterías, las cuales de mi santiscario, como dicen, las hacía, por no sacar mentiroso a mi amo.
Semejante cuadro, cuyo fondo era un trozo de mar sereno, un muelle de piedras desiguales, una ribera peñascosa, tenía mucho de paisaje napolitano, completando la analogía los trajes y actitudes de los pescadores que no muy lejos tendían al sol redes para secarlas.
Nada había en él que descubriese su origen napolitano, y se hubiera dicho que sus antepasados le habían legado, con armas y bagajes, la vieja virtud de la España heroica. Era un joven serio, rígido, frío, algo engreído, con un corazón de fuego y un alma apasionada. Hablaba poco, siempre después de larga reflexión, y nunca había mentido.
Todo lo encontraba igualmente amable, la gente que transitaba por las calles, el ruido napolitano del anochecer, el mar obscuro, la vida entera. Se despidieron ante la puerta del hotel. El conde, á pesar de sus ofrecimientos de amistad, se fué sin decirle cuál era su domicilio. «No importa pensó Ferragut . Volveremos á encontrarnos en casa de la doctora.»
Aquél es el Conde de Alba de Liste, con el Marqués de Tabara y el Conde de Puñonrostro. Y tras ellos, el Duque de Nochera, Héctor napolitano y gobernador hoy de Aragón. En ese coche que se sigue viene el Conde de Coruña, Mendoza y Hurtado de las Nueve Musas, honra de los consonantes castellanos, en compañía del Conde de la Puebla de Montalbán, Pacheco y Girón.
Dios concede y da por una parta lo que por otra quita; démosle gracias por sus dones y sometámonos a sus negativas; acaba de nacerme un nietezuelo; la esposa de Alfonso ha dado a luz en Roma, con toda felicidad, un niño, hermoso como un ángel, lo cual acaba de escribirme su padre, añadiendo que se llama como él, Alfonso, que ha sido bautizado en San Pedro de Roma, que fueron sus padrinos un caballero napolitano, llamado el marqués de Gagliati, y la princesa Oginska, polonesa, y que nació el día 8.
Aquel que va en aquel coche es el Marqués de Floresdávila, Zúñiga y Cueva, tío del gran Duque de Alburquerque, que hoy está sirviendo con una pica en Flandes, capitán general de Orán, donde fué asombro del África levantando las banderas de su Rey veinte y cinco leguas dentro de la Berbería. Allí va el Conde de Castrollano, napolitano Adonis.
En menos de quince días, con mi buen ingenio y con la diligencia que puso el que había escogido por patrón, supe saltar por el Rey de Francia y no saltar por la mala tabernera; enseñóme a hacer corvetas como caballo napolitano, y a andar a la redonda como mula de atahona, con otras cosas que, si yo no tuviera cuenta en no adelantarme a mostrarlas, pusiera en duda si era algún demonio en figura de perro el que las hacía.
Sobre todo, si alguna hija de Eva anda en el asunto, el galante forastero puede contar con un mal dia. Con las Valencianas de cierta clase se cumplen á la letra las palabras de Cervantes: «hay cosas que es mejor no meneallas,» y mujeres bonitas que es mejor no tocallas. El Valenciano de los arrabales tiene una fisonomía que parece el amalgama del árabe guerrero con el Napolitano.
No obstante, para que el lector pueda juzgar con pleno conocimiento de causa, pongo á continuacion un notable pasaje del filósofo escocés, por el cual se verá la coincidencia de algunas de sus observaciones con las del filósofo napolitano.
Palabra del Dia
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