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Actualizado: 19 de junio de 2025


Al mismo tiempo que hablaba hizo señas con los ojos a dos personas de la reunión, que eran conocidos oficialmente con los nombres de «trombón» y «clarinete», con la seguridad de que expresaban la opinión del cuerpo musical de Raveloe.

Hasta el murmullo que hacía esta agua al caer tenía algo de más musical y acordado que el que producen otras, y se diría que aquel surtidor cantaba alguna de las más enamoradas canciones de Mozart o de Bellini. Absorta estaba la lavandera mirando aquellas bellezas y gozando de aquella armonía, cuando oyó un grande estrépito y vio abrirse una ventana de cristales.

¡Qué yo! algún encuentro sentimental; el placer de codearse durante largas horas con el que o la que se ama, el permitirse una libertad de lenguaje que no se podría usar en otra parte. ¡Perverso! se refiere usted a la señora d'Ornay y a Platel... Y la risa musical de María Teresa estalló en un gorjeo, acabando de exasperar a Juan.

De pronto, en medio de su tristeza, el mismo motivo musical se reavivaba, con la gracia de un hermoso niño que despierta olvidado de la causa que acababa de adormirle llorando; y volvía a su encanto de las primeras notas, ágiles, ligeras, para luego agitar de nuevo en el ritmo sus alas de esperanza. Y otra vez el alma de la idea lírica ascendía cantando, como una alondra.

Si el dramático español encuentra en estos metros variados materiales que manejar en sus obras, en número superior al de todos los demás, también tropieza con el inconveniente de verse obligado á emplearlos con cierto orden y simetría, evitando la confusión y el desbarajuste, fácil si no se esmera en esta parte, y se esfuerza en armonizar el efecto musical con el dramático, de suerte que concuerden así el fondo como la forma.

Ferpierre veía que estas ideas debían haber preocupado a la difunta en aquel tiempo, casi lo leía entre las líneas. Y así como durante la audición de una frase musical se prevé el desenvolvimiento y la cadencia de la melodía, sus lógicas previsiones resultaban confirmadas por los siguientes párrafos de las memorias: «No he tenido valor, pero es preciso que lo tenga.

Pero con frecuencia, exaltándosele la expresión del semblante, la idea musical la arrebataba. Entonces las otras enmudecían. Carmen, arrodillándose junto a Zoraida, la miraba con atención ingenua, y después, hacia las últimas notas, se oprimía el corazón y suspiraba sonriendo.

El aire era musical, como si en sus ondas vibrasen las cuerdas de invisibles arpas. Esta era para Freya la verdadera Grecia imaginada por los poetas, no las islas de rocas quemadas y desnudas de vegetación que había visto en sus excursiones por el archipiélago helénico. ¡Vivir aquí el resto de mi vida! murmuró con los ojos húmedos . ¡Morir aquí, olvidada, sola, feliz!...

Todavía si se circunscribiese al lenguaje musical la pasión de Timoteo, podría hallar tolerancia, si no en Presentación, cuyo entendimiento estaba lleno de prejuicios desfavorables para el artista, al menos para las personas sensatas e imparciales.

Ese teatro de Monte-Carlo resulta, en ciertos días, el templo de la imbecilidad musical... No; mejor será que conozca lo que damos esta tarde. Es la obra de una millonaria que lo escribe todo, música y versos. Y leyó en alta voz los títulos de varías «escenas pintorescas»: Diálogo entre la mariposa y la rosa, Lo que la palmera le dijo al agave, Plegaría de la cigarra á nuestro padre el Sol.

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