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Actualizado: 19 de junio de 2025
Esta señora visitó a varios de los feligreses y a la familia del doctor Cope, lo cual dio por resultado que una junta posterior del comité musical decidiese que la voz de la contralto no era adecuada a la capacidad del edificio y fue invitada a presentar su dimisión, lo cual no tardó en hacer.
Después de pasar por delante de los hornos, cuyo calor obligole a apretar el paso, el doctor vio un edificio tan negro y ahumado como todos los demás. Verlo y sentir los gratos sonidos de un piano teclado con verdadero frenesí musical, fue todo uno. Música tenemos. Conozco las manos de mi cuñada. Es la señorita Sofía, que toca afirmó María.
A medida que ella le iba nombrando las flores las cortaba él dócilmente, alguna vez se equivocaba y la viuda le reñía... De pie en medio de los caminillos del jardín, al viento los cabellos, relucientes los ojos en la sombra de su sombrero de paja, la señora Liénard, apretando contra el pecho el ramo ya voluminoso de sus flores, le iba dando sus indicaciones con voz límpida y musical.
Habíamos convenido en salir dijo sonriéndose el poeta. ¡No, no! ¡Calendal! ¡Calendal! Mistral transige y con su voz musical y dulce, llevando el compás de los versos con la mano, empieza la lectura del primer canto: De una zagala loca de amor, Ahora que ha dicho la desventura, Cantaré, Dios mediante, un hijo de Cassis, Un desgraciado pescador de anchoas...
Había en los acordes del salón no sé qué de vulgar y prosaico, de áspero y poco espiritual, que me desagradaba en extremo, no obstante mi ignorancia del arte musical. El canto era todavía peor. Una señorita Luisa, que estaba muy en boga como cantatriz indígena en aquellos días, hizo el gasto principal, en algunos solos, dúos y tercetos, que el público la estimuló á repetir.
Con el ímpetu ascendente del musical deliquio, las pupilas habían subido a escondérsele detrás de las bambalinas de los párpados superiores; mostraba unos ojos blancos como los de las estatuas antiguas, y el alma en blanco también, al modo de página virginal que espera recibir con trazo indeleble los conceptos más sublimes.
Teniamos noticia de tres cafés cantantes: el de la Francia musical, hácia el bulevar de la Buena Nueva; el de Moka, en la calle de la Luna, y el del Concierto, calle de Montmartre. El más importante es el de la Francia musical, exceptuando los tres que hay abiertos en los Campos Elíseos, durante el verano, y adonde no podriamos ir, teniendo pensado asistir á la Opera.
Al bajar las primeras escaleras, no pude menos de decir sorprendido á mi compañera: ¿Así te vienes? Estaba tan atribulada y tan soberbia, tan españolamente soberbia, que se habia dejado el sombrero en una percha del comedor. A las siete subiamos las espaciosas escaleras del café la Francia musical, entre vistosos jarrones de flores y grandes espejos que nos retratan á uno y otro lado.
El día sucedía a la noche y la claridad a las sombras en aquella expresión del sentimiento por el órgano musical, tanto más intenso cuanto más vago. De modulación en modulación, la idea única se iba desfigurando sin dejar de ser la misma, a semejanza de un histrión que cambia de vestido. Su cuerpo subsistía, su aspecto variaba.
Es sabido que la escala musical se expresa por una serie de números fraccionarios que representan las vibraciones del aire. Basta hacer la prueba para convencerse de ello. Prescindamos por un instante de la idea de extension, y notaremos que nos es imposible dar un paso. Los ejemplos aducidos en los párrafos anteriores para probar la proposicion segunda, hacen inútiles otras explicaciones.
Palabra del Dia
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