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Desde allí a caballo, sigue hasta la fortaleza de Ché-hia. Pasa la gran muralla. ¡Famoso espectáculo! Descansa en el fuerte de Ku-pi-hó. ¡Allí puede cazar gacelas!... ¡Soberbias gacelas!... Y en dos días de camino llega a Tien-Hó. Brillante itinerario. ¿Cuándo quiere partir? ¿Mañana? Mañana murmuré tristemente. ¡Pobre generala!

Digo, pues, que me torné a emboscar, y a buscar donde sin impedimento alguno pudiese con suspiros y lágrimas rogar al cielo se duela de mi desventura y me industria y favor para salir della, o para dejar la vida entre estas soledades, sin que quede memoria desta triste, que tan sin culpa suya habrá dado materia para que de ella se hable y murmure en la suya y en las ajenas tierras

Pensaba yo en los míos, en mi pobre casita, en las buenas ancianas cuyo recuerdo me era tan querido, y en Linilla, en mi dulce Linilla. No, señorita... murmuré sonriendo. A las veces se me va el pensamiento hacia Villaverde, en busca de los que me aman.... Y más allá... más allá... detrás de esas montañas que atraen las miradas de usted.

¿No entiende todavía? dijo al fin. Ni una palabra... murmuré aturdido, tan aturdido, como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación razonable se podía dar de eso. ¿Explicación? Ninguna.

Con tal de que yo llegue a ser algo para ese alguien... murmuré con nueva angustia. ¿Por qué no? respondió la abuela con orgullo. Tendría que ver que a ese señor se le ocurriera criticarte... Sin criticarme, podría sencillamente no reparar en ... ¿En ti?...

Permanecimos en silencio algunos instantes; después Sarto, frunciendo las pobladas cejas y retirando su pipa de la boca, dijo dirigiéndose a : A medida que el hombre envejece cree en el hado. El hado lo ha traído a usted aquí y el hado lo lleva también a Estrelsau. ¡Cielo santo! murmuré, retrocediendo tembloroso. Tarlein me miró con viva ansiedad. ¡Imposible! dije sordamente. Lo descubrirían.

Bien, bien... celebraré que así sea... A no me consta; me lo han dicho... Pero, de todos modos, te aconsejo que obres con prudencia y procures, me entiende usted, no dar motivo a que la gente murmure... Habla con todas las muchachas y bromea cuanto quieras, pero no te particularices... ¡Nada de particularizarse!... Siguió D. Fermín dándole consejos otro ratico.

Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias. Y debajo de saber esto, filosofea ahora cuanto quisieres. BERGANZA. Seguro puedes estar, Cipión, de que más murmure, porque así lo tengo prosupuesto.

Me apresuré á bajar y corrí á la orilla del río. ¡Ah, ah! me dijo la joven riendo; á lo que parece, ¿está usted de buen humor esta mañana? Murmuré torpemente algunas palabras confusas, cuyo fin era dar á entender que siempre lo estaba, de lo cual la señorita Margarita pareció mal convencida; después salté al bote y me senté á su lado. ¡Vogue, Alain! dijo al momento.

Como diez antes sobre el sofá, ella, Inés, tendida en el diván del antepalco, sollozaba la pasión de Wagner y su dicha deshecha. ¡Inés!... Sentí que el destino me colocaba en un momento decisivo. ¡Diez años!... ¿Pero habían pasado? ¡No, no, Inés mía! Y como entonces, al ver su cuerpo todo amor, sacudido por los sollozos, murmuré: ¡Inés!