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Actualizado: 7 de mayo de 2025


¡Qué sol más antipático! murmuró, todo debiera estar de duelo, como lo estoy yo! ¡Qué hacer, qué hacer, Dios mío! ¡Virgen de Luján, ayúdame!

En aquel momento su mirada fue a caer casualmente sobre el viejo fusil que se hallaba colgado encima de la puerta; lo cogió con mucho cuidado, lo limpió y lo hizo funcionar para ver si marchaba bien. El alma entera de Hullin estaba absorbida por aquella tarea. Esto va bien murmuró Juan Claudio. Y luego, gravemente, añadió: ¡Es curioso! ¡Es curioso!

Desde dentro, vio Fortunata al cura, sombra negra en el cuadro luminoso de la puerta, y esperó a que entrase o a que dijese algo. Como el que recela penetrar en la madriguera de una bestia feroz, Nicolás permaneció en la puerta, y desde ella lanzó en medio de la oscuridad estas palabras: «Mujer, ¿está usted aquí?... No veo nada». Aquí estoy, señor murmuró ella.

Tuvo que contenerse para no gritar, y salió del templo. Su cuñada no tenía derecho á arrodillarse entre aquellas gentes. Debían expulsarla murmuró indignado . Coloca á Dios en un compromiso con sus oraciones absurdas.

¡No! ¡Me temo que todos estén borrachos! murmuró el Capitán, poniéndose pálido . En mi camarote había cinco barriles de sciam-sciú. ¡Corramos pronto, amigos, o habrá una horrible matanza!

Los hombres lo empequeñecen todo. Desdichadas las almas que siendo hermanas de lo infinito, tienen que entroncarse a la fuerza con estas miserias del planeta llamadas cantidad, relación, gravedad. Verdaderamente, ¿qué cosa más contraria a lo infinito y a lo ideal que aquellos nefandos papeles? «Esta es del Monte murmuró Isidora con el corazón oprimido . Esta... ¿a ver?.... es la de mi calabrote.

Es la hija explicó sin manifestar sorpresa el barquillero, que embolsaba la calderilla y bajaba el hombro para ceñirse otra vez la correa. Por lo visto, eres la señorita de Rosendez murmuró el alférez en son de broma . Vamos, Borrén, usted que es animado, dígale algo a esta pollita.

¡No hay más!, murmuró Roussel en tono de sospecha. ¡Nada! Entonces ¿has visto al monstruo mismo? Un monstruo nada feroz, dijo Mauricio riendo. ¡Diablo! ¿Cómo te las has compuesto?... Pero, sin duda, ella no te conocía cuando te acogió é ignoraba el vínculo que nos une. Es verdad que, en cuanto lo supo, su actitud cambió completamente. ¡Ah! ¿Lo ves? exclamó Roussel triunfante.

¡Es necesario! insistió Francisco con mayor energía. Había en su acento algo tan imperativo que ya no resistió más. Venga usted murmuró con sorda resignación.

En medio de sus dolores ella se puso a sonreír, y, posando penosamente su mano en mi cabeza, murmuró con voz apenas perceptible: ¿Sin duda os he asustado mucho? Sus palabras, ligeras como un soplo, me embriagaron como un canto de paz; por un instante creí que iba a quedar libre del peso que me oprimía el pecho, pero me fue imposible llorar. ¿Cómo te encuentras? pregunté.

Palabra del Dia

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