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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pero no fue este contingente, ni por lo numeroso ni por el ruido que movían sus espelurciadas cabalgaduras en las callejas del lugar, lo que más llamó la atención en él, sino el otro contingente, el de los señores que fueron llegando a la casona por todos los senderos de los montes circundantes.
El vapor, anclado en el puerto comercial, danzaba inquieto, tirando de sus amarras con lúgubre quejido. Todos los baques cercanos se movían igualmente, lo mismo que si estuviesen en alta mar. Tòni entró en la gran cámara, y al ver el rostro de su capitán adivinó que había llegado el momento de conocer la verdad.
Y así que la hubo bebido comenzó a soltar con calma una serie de silogismos en latín que haría estremecer a Tito Livio en su tumba. Los compañeros le escuchaban con poca atención, pero movían la cabeza afirmando.
Con esta paleta envió por el aire unas cuantas masas de agua, que vinieron á desplomarse algunos metros más allá, sobre los grandes cañones y todos los que se movían en torno á ellos. Momaren huyó con sus profesores, perseguido por el enorme diluvio, y hasta las amazonas más dispuestas á morir se refugiaron detrás de las piezas de artillería y de los armones chorreantes.
Sus labios se movían apenas, como si temieran dejar adivinar en sus contracciones las palabras deslizadas suavemente. Robledo se arrepintió de su curiosidad al ver la rápida mirada que le dirigía Fontenoy, mientras continuaba hablando á Elena, puesta de espaldas á la puerta. Esta mirada volvió á emocionarle como la otra.
Pero no era un hombre, no, el que con más insistencia, y un cierto encono mezclado ya de amor, miraba a Sol del Valle, y con dificultad contenía el llanto que se le venía a mares a los ojos, abiertos, en los que se movían los párpados apenas. La conocía en aquel momento, y ya la amaba y la odiaba.
Lo que más me chocaba y admiraba de toda la sala era una pareja de chinitos, metidos cada uno en un fanal, que movían la cabeza. Tenían caras de porcelana muy expresivas y estaban muy elegantes y peripuestos. El chinito, con su bigote negro afilado y sus ojos torcidos, llevaba en la mano un huevo de avestruz, pintado de rojo; la chinita vestía una túnica azul y tenía un abanico en la mano.
El rubor no la dejó en todo el camino. Marchaba en un estado de confusión y vergüenza que la impedía ver el suelo que pisaba. De vez en cuando sus labios se movían murmurando: ¡Qué brujas, Dios mío, qué brujas! Pero debajo de aquella vergüenza latía un pensamiento dulce más vergonzoso aún.
Difícil, muy difícil sería la descripcion de esas fisonomias toscas y uniformes, de esas figuras que parecian sombras ó fantasmas de un delirio, cuando se movian, ó troncos desnudos de un bosque devorado por las llamas, ennegrecidos y ásperos, si permanecian inmóbiles.
Besó la mano al Cura; arrimóse otra vez a la orilla de la barranca; dijo a los que le contemplaban atónitos, por ignorar los planes que le movían a hacer aquellas cosas tan raras, que tuvieran listas la pala y la cuerda para cuando las pidiera él; miró un instante hacia abajo, santiguóse rápidamente, invocó a «Jesús crucificado...» ¡y allá va eso!
Palabra del Dia
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