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Actualizado: 1 de junio de 2025


Como montón de hojas secas que el viento arremolina, arrastra y desparrama, los grupos se movían, atropelladamente, se formaban y se disolvían; dominando el fragor del tumulto, alzábase una voz: ¡Oro 325! E inmediatamente un alarido colosal la apagaba, recorriendo todos los ámbitos de la sala estremecida.

La chillona voz de Celia acababa de reavivar cruelmente las sospechas de Delaberge. Las palabras de esa mujer iluminaban la oscuridad en que se movían sus temores imprecisos y sus inquietos presentimientos.

Intentaban exhortarla, y al mismo tiempo movían los párpados para repeler sus lágrimas... El cura no estaba menos emocionado. Había asistido á otros reos, pero eran hombres... ¡Ayudar á bien morir á una mujer hermosa, perfumada, centelleante de piedras finas, como si fuese á montar en su automóvil para ir á un de moda!...

Rafaela creía en la propia contrición, en su horror al pecado y en su firme propósito de la enmienda que la movían a despedir a Arturito. Lejos, muy lejos de ella la idea de que Juan Maury diese o pudiese dar el menor impulso para aquel acto.

Llegaron de nuevo los felices días del vino a la francesa, y con ellos el buen humor, las largas siestas, y el pasito de gavota al cruzar el puente de Aviñón. Sin embargo, desde su aventura dábanle muestras constantes de frialdad en la ciudad; los viejos movían la cabeza, los niños se reían señalando al campanario.

Pero como vieron que los Reyes dieron con suma liberalidad y grandeza lo que lícitamente pudieron á los mas señalados Capitanes, atribuyeron solo á su desdicha, y á la virtud, y valor incomparable de los que fueron preferidos, el hallarse inferiores. Estas fueron las causas que movían los ánimos en comun para tratar de engrandecer en nuevas empresas y conquistas.

Marcábanse en él los huesos, los tendones y las venas, formando como un manojo de cuerdas; y cuando hablaba alterándose un poco, aquellas mal cubiertas piezas anatómicas se movían y aguaban como las varas de un telar.

Le oirían de seguro. ¿Como no, si había de decir cosas tan bellas? El estaba seguro de que las diría. Las palabras que había de decir estaban escritas con letras de fuego en el espacio. Ya el retrato avanzaba llevado por cuatro socios de la Fontana. Sonaba la música, el gentío rodeaba el lienzo, y todos se movían sin adelantar, oscilaban sin extenderse, se revolvían confundiéndose.

Poco más tarde, en la gran sala de la quinta, aparecieron Morsamor y Tiburcio, donna Olimpia y Teletusa y los dos formidables escuderos. Todos se movían y se afanaban como en el momento que precede a un largo viaje. Donna Olimpia y Teletusa estaban hartas de Portugal y habían resuelto acompañar a Morsamor y a Tiburcio al extremo Oriente.

La línea de infantería se aplastó en el suelo. Los hombres se contraían, para hacerse menos visibles, junto á las aspilleras por las que asomaban sus fusiles. Muchos se habían colocado la mochila sobre la cabeza ó la espalda para que les defendiese de los cascos de obús. Si se movían, era para amoldarse mejor en la tierra, buscando excavarla con su vientre.

Palabra del Dia

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