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Actualizado: 12 de junio de 2025
La esposa del maestrante salvó de dos pasos la distancia que la separaba y cayó sobre ella como un tigre hambriento. Golpeó, mordió, desgarró. Sus uñas dejaron al instante surcos morados en aquel rostro cándido. La sangre comenzó a brotar. La niña, loca de terror, lanzaba chillidos penetrantes. Apenas tuvo tiempo a ver a su madrina. No sabía qué era aquello.
Mi libro se ilumina; mas, en cambio, ¿qué va á enseñarnos? ¡Cuántas cosas tristes he de traer á los resplandores de esa luz! Ese creador, ese dios tirano, ha tenido el talento de fabricar una segunda Naturaleza en la Naturaleza misma. ¿Y qué hizo de la otra, la primitiva, madre y nodriza á la vez? Con los dientes que le diera, mordió su seno.
Ella me mordió un brazo, mira... todavía está aquí la señal; pero yo le dejé sellaíto un ojo... todavía no lo ha abierto, y le saqué una tira de pellejo ¡ras!, desde semejante parte, aquí por la sien... hasta la barba. Si no nos apartan, si no me coges tú a mí por la cintura, y Paca a ella, la reviento... creételo. Ya me acuerdo de aquella trifulca dijo Fortunata mirando a su compañera con miedo.
Juanita se mordió los labios, se compungió un poco y empezó a sospechar que, en vez de dar una lección, era ella quien iba a recibirla. Pronto, no obstante, se repuso. La misma dureza de la acusación le hizo ver más clara su injusticia. Juanita no había tomado asiento como don Andrés. En pie se agitaba, hablaba e iba de un lado a otro.
Dorotea se estremeció de nuevo, retiró vivamente la pera y la mordió exclamando: No, no; esta es para mí, para mí sola. Y temerosa de que don Juan pudiera arrebatarla ni una pequeña parte de aquel confite mortal, le devoró. A seguida cayó de rodillas. ¿Qué haces, Dorotea? dijo don Juan. ¡Dejadme! ¡dejadme orar! exclamó la joven. ¡Orar! exclamó asombrado don Juan.
Su inalterable alegría era contagiosa; yo corría y jugaba con ella como un chiquillo. ¡Hermoso tiempo en efecto! Todo eso ha pasado, concluido... Jaime se mordió los labios para no reír; observó que el sentimiento exaltado convierte a los más inteligentes en seres ingenuos como niños. Mi buen Juan, todo el mal proviene de que hemos crecido.
En el nuestro, y a la espera de mayor desahogo de trabajo, mi mujer se había contentado verdad que bajo un poco de presión por mi parte con magníficas puertas de arpillera. Como estábamos en verano, este detalle de riguroso ornamento no dañaba nuestra salud ni nuestro miedo. Por una de estas arpilleras, la que da al corredor central, fué por donde entró y me mordió el perro rabioso.
Blanca se mordió los labios; pero, dominándose y con un semblante lleno de aparente placidez, tomó al fin el libro y lo puso sobre una pequeña mesa de felpa que tenía al lado. Sabe que usted es el más orgulloso de mis amigos me dijo, con un tono resuelto. Yo, ¿por qué?
Pero los conejos, de puro astutos, suelen caer en las manos del cazador; porque no bien sienten ruido, se hacen los muertos, como para que no los delate el ruido de la fuga, y cierran los ojos, cual si con esto cerrase el cazador los suyos, quien hace por su parte como que no ve, y echada hacia la espalda la escopeta, por no alarmar al conejo que suele conocerla, se va, mirando a otro lado, sobre la cama del conejo, hasta que de un buen salto le pone el pie encima y así lo coge vivo: una vez cogió tres, muy manso el uno, de un color de humo, que fue para Ana: otro era blanco, al cual halló manera de atarle una cinta azul al cuello, con que lo regaló a Sol; y a Lucía trajo otro, que parecía un rey cautivo, de un castaño muy duro, y de unos ojos fieros que nunca se cerraban, tanto que a los dos días, en que no quiso comer, bajó por primera vez las orejas que había tenido enhiestas, mordió la cadenilla que lo sujetaba, y con ella en los dientes quedó muerto.
¡Creo que amáis á don Francisco! ¡Y qué! dijo fríamente la de Lemos, que era violenta. ¡Lo confesáis! Ahorro una disputa vergonzosa. ¿De modo que el amor...? ¿Y qué entendéis vos de amor? dijo con desprecio la de Lemos. La abadesa se mordió los labios. Yo creía que os justificaríais.
Palabra del Dia
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