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Actualizado: 12 de mayo de 2025
¿Por qué este cambio, General? pregunté. Estrakenz se mordió el cano bigote. Es más prudente, señor murmuró. Inmediatamente detuve mi caballo. Sigan andando los que me preceden mandé, hasta llegar a cincuenta varas de mí; y usted, General, y el coronel Sarto, esperarán aquí con el resto de la escolta hasta que yo también me haya adelantado otras cincuenta varas.
Y también como en ésta, en aquélla y en todas las épocas, había una dorada medianía culta, un rebaño de hombres equilibrados, fácilmente moldeables a todas las formas y a todas las conveniencias; una humanidad correcta, honorable, de tan glorioso sentido común, que rechazó de su seno, babeó la reputación y mordió la sandalia de aquel extravagante perturbador de la buena armonía de las costumbres, de aquel inadaptable inmoral.
Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre.
¿Qué? preguntó el dominico; ¿tienen los alumnos alguna queja de mi conducta? Padre, nos hemos convenido desde un principio en no hablar ni de usted ni de mí. Hablamos en general: los estudiantes, tras de no sacar gran provecho de los años pasados en las clases, suelen muchos dejar allí girones de su dignidad, si no toda. El P. Fernandez se mordió los labios.
El mísero jaco sintió una rabia de cordero en los estremecimientos de su agonía, y mordió la mano del hombre. Este dio un grito, agitó la diestra ensangrentada y apretó el puñal, hasta que el caballo cesó de patalear, quedando con las extremidades rígidas.
Basilio se mordió los labios, y las palabras de Simoun resonaron otra vez en sus oidos... ¿Habrán venido á prender á Makaraig? pensó, pero no se atrevió á preguntarlo. No esperó mucho tiempo; en aquel momento bajaba Makaraig hablando alegremente con el cabo, precedidos ambos de un alguacil. ¿Cómo? ¿usted tambien, Basilio? preguntó. Venía á verle...
Pedro Real se mordió el bigote rizado cuando vio que no iba a ser Sol su compañera en el pescante. Y con Adela iba muy cortés. Pero ¿Ana no necesitaría nada? Juan, ¿irá Ana bien? Deberíamos bajar. ¡Voy a bajar un momento, a ver si Ana va bien! Bajó muchos momentos.
Veremos respondió alejándose. Castro sintió aquella sonrisa como un golpe en medio del pecho. Se mordió el labio inferior y murmuró: ¿Coqueteamos, eh? ¡Ya me la pagarás, hermosa! En el salón había ya algunas personas, entre ellas Ramón Maldonado y la hija de Pepa Frías con su marido. En otro saloncito contiguo estaban preparadas hasta seis mesas de tresillo.
Resurgió la mano teniendo un papel entre los dedos é intentó llevarlo á la boca. Pero el golpe del negro suspendido en el aire cayó sobre su brazo, haciéndolo colgar inerte. El espía se mordió los labios para contener un rugido de dolor. El papel había rodado por el suelo y varias manos lo recogieron á la vez. Un suboficial lo desarrugó antes de examinarlo.
Ana sintió que su mano temblaba sobre las cerezas y aquel contacto le pareció de repente más dulce y voluptuoso. Y cuando nadie la veía, a hurtadillas, sin pensar lo que hacía, sin poder contenerse, como una colegiala enamorada, besó con fuego la paja blanca del canastillo. Besó las cerezas también... y hasta mordió una que dejó allí, señalada apenas por la huella de dos dientes.
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