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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Mi tío contestó con premura que le sería muy grato recibir al señor de Kerveloch, y le invitó a almorzar, sin presumir que salía al paso a un acontecimiento que, desvaneciendo sus sueños, debía resucitarme la esperanza. Según nuestra costumbre, nos hallábamos reunidos en el salón. Blanca preocupada y sentada cerca del fuego, respondía con monosílabos al señor de Couprat.
Estaba sombrío, fosco, agitado, nervioso. Nos miró con asombro, quiso reír, pero su colérico semblante no echaba de sí más que rayos. Temblaba de ira, iba de un lado para otro de la sala, como un tigre en su jaula, nos miraba, nos decía algo inconexo, risible, estúpido, y luego hablaba consigo mismo en monosílabos incomprensibles, mezclando la lengua inglesa con la española.
Á pesar de la benignidad y dulce condición de Clara, D. Fadrique advertía con pena que aquella linda criatura esquivaba su conversación; casi no le respondía sino con monosílabos, y hasta procuraba que él no le hablase. Con Lucía era Clara más expansiva, y Lucía seguía siéndolo siempre con el Comendador.
El ama, aunque a regañadientes, tuvo que aproximar a la cama el veladorcito y dejar en él encendida una vela. Durante todo esto no estaba ociosa la lengua del ama. Inesita casi respondía siempre por monosílabos, deseosa de que terminase la charla y de quedarse sola; pero el ama estaba en vena aquella noche y no acababa con sus reflexiones y discursos.
Aquella visita fue pesada y melancólica, y además muy molesta para Nieves, que estuvo incesantemente entre las miradas de los dos hermanos: las de Juanita, inquisidoras y mordicantes, y las de Manrique, voraces y hasta desvergonzadas. Se cruzaron pocas palabras entre los tres; y de esas pocas, las de Nieves fueron monosílabos; las de Juanita, impertinencias, y las de Manrique, sandeces. Don Gonzalo, que leía La
Maximina sonreía con amabilidad a cuanto decía; pero apenas contestaba más que con monosílabos, aunque se conocía que hacía esfuerzos por ser más explícita. Al fin se atrevió a decir: ¿No baila V.? Si V. no me hubiese entretenido hasta ahora ya estaría dentro del corro contestó poniéndose serio. ¡Yo! exclamó la niña inmutándose. Sí; usted. Miguel soltó al decirlo una carcajada.
Mamá ve la felicidad en los campos y en las estancias y en las casas y en las vacas y en las ovejas; en todo esto ve la felicidad, menos en el propio Carlitos, es decir, en mi unión con Carlitos. Yo no digo nada por no irritarla; me limito a monosílabos...: sí... no... qué sé yo... Mis hermanas me atosigan: «¿qué más quieres?» Mis cuñadas creen que me ha tocado la lotería.
Rafaela, la vieja criada, entraba y salía con frecuencia en la sala baja, donde se hallaba Juanita, y abandonando la cocina dejaba ver que tenía mucha gana de enredar conversación con la joven. Le habló varias veces, pero distraída Juanita por sus pensamientos, sólo respondía con monosílabos, sin dar pábulo a la conversación, y la conversación expiraba.
Estos monosílabos guturales los emitía con todo el grueso de su gruesísima voz, y con tal acento de sarcasmo infame y de grosería, que habrían sacado de quicio a personas de menos paciencia y flema que Sor Natividad y sus compañeras.
Habrá libertad, libertades... Esta falta de respeto, esta manera de hablar de Su Majestad enfadó tanto a la dama, que estuvo a punto de dar al traste con toda su circunspección y llegarse a la infame y decirle: «Para que aprendas a hablar como se debe, toma este arañazo...». Contentose con dos o tres monosílabos de reprobación. Su cara estaba ya como un pimiento.
Palabra del Dia
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