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No se movía una hoja, y en esos frondosos jardines que tenía ante mis ojos, las viñas espaciadas sobre las laderas bajo espléndido sol que azucara los vinos, los pequeños naranjos, los mandarineros en interminables filas microscópicas, todo conservaba el mismo aspecto mohíno, aquella inmovilidad de hojas en espera de la tempestad.

Yo, la verdad... si hubiá sido otra cosa, vamos al decir... novio toas las chicas lo tienen; pero que se hable con un cabayero... ma parecío mu feo, porque los señores, cuando buscan mocitas... ya sabusté pa lo que las quieren... Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le sellaron los labios. ¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no como tié Vd. pacencia.

Mas el médico, registrándole cuidadosamente, haciéndole un sinfín de preguntas a que Diógenes contestaba entre mohíno y risueño, levantólo los párpados que encubrían a medias dos pupilas dilatadas y sanguinolentas, faltas de convergencia, y meneó la cabeza siniestramente... El primer ataque había pasado, pero ya estaban allí los síntomas del segundo, y era imposible que aquella naturaleza, alcoholizada por completo, pudiera resistir a su tremendo empuje.

El masculino, enfadado y mohíno, no se atreve, sin embargo, a protestar ruidosamente, pero murmura de aquella falta de confianza, mientras la interesada, orgullosa de su ocurrencia, los contempla con sonrisa burlona. La desgracia fue completa. Los alfileritos obtuvieron un éxito tan lisonjero que no hubo niña que se subiese al aparato que no se hiciese coser la ropa previamente con ellos.

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso, dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que mueve a pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifa de las horas. Madrid, 1891. A quien leyere Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio el cuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día.

Finalmente, todas las dueñas le sellaron, y otra mucha gente de casa le pellizcaron; pero lo que él no pudo sufrir fue el punzamiento de los alfileres; y así, se levantó de la silla, al parecer mohíno, y, asiendo de una hacha encendida que junto a él estaba, dio tras las dueñas, y tras todos su verdugos, diciendo: ¡Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce, para no sentir tan extraordinarios martirios!

Retiróse mohino el padre, fuése donde Ribera, ajustó con él cuentas, y halló que el chamalote y el paño importaban un dineral, pues el mayordomo había pagado sin regatear. Al otro día, y después de echar cuentas y cuentas para convencerse de que en el traje habrían podido economizarse dos o tres duros, volvió Godoy donde el arzobispo y le dijo: Vengo a pedir a su ilustrísima una gracia.

Capítulo XLVIII. De lo que le sucedió a don Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna Además estaba mohíno y malencólico el mal ferido don Quijote, vendado el rostro y señalado, no por la mano de Dios, sino por las uñas de un gato, desdichas anejas a la andante caballería.

Nuestro joven, a quien llamaremos Inocencio, recogió no poco mohíno su manuscrito y estuvo algún tiempo sin dar cuenta de ; mas al fin, sin duda después de haber meditado profundamente, se presentó cierta mañana en casa de Clotilde. Excuso decirles a ustedes que llevaba el manuscrito debajo del brazo.

Ya es preciso retroceder, volverse á casa, entre irritado y mohino, no maldiciendo tan alto como el romántico, pero haciendo no muy piadosa plegaria para el caballo y el jinete. La vida no es ya tan bella, pero todavía es soportable; la filosofía se va encapotando como el tiempo, pero el sol no ha desaparecido aun.