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Madrid, Abril de 1909. Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio el cuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día. Cae la tarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos, y aún no te llaman para comer.

Entró el rapista tan mudado de la fisonomía que otras veces tenía, que no le conoció la tía Zarandaja. Venía entre satisfecho y soberbio, y descontento y mohíno. ¿Y dónde habéis estado, señor Viváis-mil-años, le preguntó la vieja, que hoy no se os ha visto el pelo?

Tiene dos pisos; en lo alto lucen dos balconcillos desfondados, con los vidrios de las maderas rotos y sucios; en el bajo se abre una ancha puerta achaparrada. En la fachada angosta, entre los dos huecos, leo en gruesas letras sanguinosas: Posada del Norte. Y un momento permanezco ante este rótulo, en la plaza desierta, perplejo, mohino, temeroso, con la maleta en vilo.

«Digo, así -dijo Sancho-, que, estando, como he dicho, los dos para sentarse a la mesa, el labrador porfiaba con el hidalgo que tomase la cabecera de la mesa, y el hidalgo porfiaba también que el labrador la tomase, porque en su casa se había de hacer lo que él mandase; pero el labrador, que presumía de cortés y bien criado, jamás quiso, hasta que el hidalgo, mohíno, poniéndole ambas manos sobre los hombros, le hizo sentar por fuerza, diciéndole: ''Sentaos, majagranzas, que adondequiera que yo me siente será vuestra cabecera''.» Y éste es el cuento, y en verdad que creo que no ha sido aquí traído fuera de propósito.

Un perro que salió furioso á ladrarle no logró aminorar su escape y se retiró pronto mohino jurando que jamás en su vida había visto correr de aquel modo á un caballo con dos jinetes. Lejos ya tropezaron una carreta tirada por dos bueyes.

Y, en esto, comenzó a llorar tan amargamente que don Quijote, mohíno y colérico, le dijo: ¿De qué temes, cobarde criatura? ¿De qué lloras, corazón de mantequillas? ¿Quién te persigue, o quién te acosa, ánimo de ratón casero, o qué te falta, menesteroso en la mitad de las entrañas de la abundancia? ¿Por dicha vas caminando a pie y descalzo por las montañas rifeas, sino sentado en una tabla, como un archiduque, por el sesgo curso deste agradable río, de donde en breve espacio saldremos al mar dilatado?

Conocía muy bien a Castro Pérez; se complacía en hacerle rabiar, y cuando éste iba poniéndose mohino le calmaba con un chiste o con una frase halagadora. Los primeros días me le encontraba yo en la esquina, y pasaba sin saludarme; después solía decirme, entre afable y sereno: «¡Adiós, jovenMás tarde, cuando conversé con él en el despacho, se mostró conmigo cariñoso y sincero.

Esa es la diosa adorada de Beltrán, la bella Antonieta, que va, como , a Dresde... a ver pinturas también, probablemente. Sin embargo, me extraña que precisamente ahora no desee tener el honor de conocerte. No he podido serle presentado dije un tanto mohino. Pero yo me ofrecí a presentarte y me contestó que otra vez sería.

¿Serás, además, constante y bondadoso amigo mío, sin guardarme rencor y pagándome como debes la amistad pura que yo te profeso y la estimación con que te miro? Seré tu mejor amigo, como lo mereces. Juanita, entonces, se levantó de un brinco, dejando libre a don Andrés, que se levantó también, algo maltrecho, mohíno y humillado por la derrota.

Cuando leí el nombre de Margarita, solo, sin apellido... sospeché, porque tratándose de don Rodrigo es necesario sospechar de todas las mujeres... sospeché que aquella Margarita que se dejaba en el tintero su apellido era... Margarita de Austria. Pero, señor, señor exclamó todo escandalizado y mohíno el cocinero de su majestad ; esa mujer tan vil, de cuna tan baja... esa perdida, ¿sabe leer?