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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


Tan poco enfadados estamos, que si su padre de usted no me hubiera hecho el honor de presentarme, iba á hacerlo Sorege mismo. ¡Tanto mejor! Yo quisiera que el señor de Sorege tuviera muchos amigos como usted... Parece que los tuvo muy malos en otro tiempo... ¿Quién era aquel Freneuse, que tan mal acabó? Al oir aquella pregunta imprevista, Cristián se puso rojo y miró atentamente á miss Harvey.

La maravillosa comida y las dos o tres copas de champagne, tenían, en parte la culpa de esta catástrofe. Juan no había notado nada. Olvidó la promesa hecha a su padrino ¿Y por qué la olvidó? Porque a madama Scott y miss Percival se les ocurrió poner los pies sobre los taburetes del jardín, colocados ante los grandes sillones de mimbre cubiertos de almohadones.

Un criado indiscreto dijo al cabo de algún tiempo á un vecino de Vegalora que aquella noche había visto por la rendija de una puerta á la condesa de rodillas ante miss Florencia. El conde, con el rostro más pálido que nunca, los brazos cruzados y un poco tembloroso, estaba en pie mirándola fijamente. Antes había percibido en el gabinete de sus amos ruido de pasos precipitados, voces y gemidos.

Después de larga pausa dejó el hierro en su sitio y sacó del bolsillo un papel que presentó al aya. Mira lo que acaban de entregarme. Miss Florencia lo acercó á la chimenea y pasó sus ojos por él. Un anónimo profirió sonriendo y entregándoselo de nuevo. , un anónimo... ¿Por qué sonríes? Porque me causa mucho placer que te agite tanto la pérdida del cariño de tu esposa.

Y, en efecto, charla en esos propios instantes a más y mejor en amor y compañía de su inolvidable institutriz miss Eva Brown, de la gentil millonaria norteamericana miss Ketty Nicholson, de petrolesco olor, según detenidas observaciones de Pierrepont, sin que falte en el arcangélico coro aquella por siempre famosísima señorita de Chalvin, que se encabritaba como un caballito resabiado, según confesión de su misma interesante mamá, cuando en algo se le contrariaba.

Es probable que si la joven miss hubiera vislumbrado el dormán del capitán al través de las ramas hubiera encontrado de pronto menos atractivos a la sociedad de los tres inválidos, pero las instancias del diplomático no tenían el mismo poder.

Eran hembras que podían ir solas por el mundo, sintiéndose capaces de interrumpir los arrebatos de pasión con golpes de boxeo. Algunas había visto él en sus viajes que llevaban en el manguito, o en el bolso de mano, entre la caja de polvos y el pañuelo, un diminuto y niquelado revólver. Miss Mary le hablaba del lejano archipiélago oceánico en el que su padre era algo así como un virrey.

El día anterior al en que las señoras de Freneuse estuvieron en el yate, Marenval y Tragomer estaban dando su paseo ordinario, cuando en la orilla de la Serpentina encontraron á miss Maud que iba á pie, seguida de un lacayo y de su coche. ¿Dónde están sus hermanos de usted, miss Maud? preguntó Cristián. En el círculo de los Arqueros, donde según parece hay una apuesta de las más interesantes.

Luego se marchó para que Edwin pudiese volver á leer con toda calma aquel papelillo que contenía todo un mundo de felicidad. La dulce miss Margaret Haynes le telegrafiaba para ordenarle que volviese cuanto antes, añadiendo que si había recibido un despacho de su madre con la noticia de que ella estaba gravemente enferma no hiciese caso alguno.

Cuando su hija le participó que se había comprometido con aquel joven, se atrevió á hacer algunas observaciones. ¿Estás segura, Maud, de que el señor de Sorege es el hombre que te conviene? ¿Has estudiado su carácter y crees no arrepentirte de haberle dado tu palabra? Miss Harvey expuso tranquilamente á su padre las razones que habían decidido su elección.

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