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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Grande fué por lo tanto la satisfacción de hidalgos y arqueros al notar que el sendero desembocaba en ancho camino y que á poca distancia del cruce se veía una casa intacta, grande y cuadrada, una de cuyas ventanas ostentaba la enorme rama seca que anunciaba un mesón ó paradero. ¡Ya era tiempo, vive Dios! exclamó el barón regocijado.

Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Álvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced como no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquél que andaba impreso en una historia intitulada: Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas.

Á una ventana del primero y único piso de la casita se asomaba un individuo que parecía contemplarlos con curiosidad. Mirándole estaba Tristán cuando salió corriendo del mesón una robusta moza, riéndose á carcajadas y perseguida de cerca por un truhán que muy pronto desapareció, lo mismo que la muchacha, entre los árboles del huerto.

Con todo eso dijo el Corregidor , digo, huésped, que ni es decente ni conviene que esta doncella esté en un mesón. ¿Es parienta vuestra por ventura? Ni es mi parienta, ni es mi criada; y si vuesa merced gustare de saber quién es, como ella no esté delante, oirá vuesa merced cosas que, juntamente con darle gusto, le admiren.

El chico prosiguió: Esa joven, que el señor llama Linilla, es hija de un militar, y el P. Herrera la recogió en un mesón; es huérfana, no tiene ni padre ni madre.... Pues ¡yo no me acuerdo de eso!... dijo la señora con mucha calma, sirviéndose una tajada de rosbif. ¡Ah que mamá! ¡Pues yo me acuerdo!

En el mesón del Monje, que estaba al principio de la calle de San Francisco, monté sobre un macho cargado de azúcar y campeche; después de haber recibido la bendición de mi señor padre que me contemplaba con sereno rostro, aunque con el alma acongojada por la idea de separarse de .

SANCHO. No, señor; Que en dos rocines venimos Pelayo y yo. PELAYO. Y los cortimos Como el viento, y aun mijor. Verdad es que tiene el mío Unas mañas no muy buenas: Déjase subir apenas, Echase en arena o río, Corre como un maldiciente, Come más que un estudiante, Y en viendo un mesón delante, O se entra o se para enfrente. REY. Buen hombre sois. PELAYO. Soy, en fin, Quien por vos su patria deja.

, volveos a vuestra casa, amigo mío respondió la viuda. Pero, cambiando de opinión, dijo en seguida: No, no, permaneced aquí; no podéis volveros a Orsdael. Pues entonces, señora, con vuestro permiso, cerca de aquí hay un mesón. Si me llegáis a necesitar, hacedme llamar allí.

Mirose en el espejo de un mesón, y desagradole en extremo el color de su nariz. A decir verdad, parecía un sabañón mal colocado. Consolose pensando que un buen fuego le devolvería su figura natural, y, en efecto, el calor se la descongestionó y rebajó su color durante algunos momentos.

En estas razones y pláticas se les pasó todo aquel día, y aun otros cuatro, sin sucederles cosa que estorbase su camino; y al quinto día, a la entrada de un lugar, hallaron a la puerta de un mesón mucha gente, que, por ser fiesta, se estaba allí solazando.

Palabra del Dia

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