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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Luisa, la hija mayor llamada Chicha, á uso americano , merecía más respeto de su padre. «Es mi pobre china decía ; la misma bondad y el mismo empuje para el trabajo, pero con más señorío.» Lo del señorío lo aceptaba Desnoyers inmediatamente, y aun le parecía una expresión incompleta y débil.
Juzgando que todo lo que guardaba relación con las letras, fuesen impresas ó manuscritas, merecía que se tratase con el debido respeto consagrándole tiempo y espacio suficientes, nunca leía las cartas cuando se las entregaban.
¡No, no tendría el hijo! ¡Miserable! ¡No lo merecía! Renunciaba a la ventura. Pero si no la felicidad, podría tener el arrepentimiento verdadero. ¿Por qué no aspirar a la perfección moral y llegar en este camino adonde se pudiera?
Un día, en que a ella se le antojó que tenía una inflamación del hígado... en el bazo, fue en busca de su esposo y le encontró en su alcoba tocando la flauta. Su indignación no encontró palabras; allí no había elocuencia posible, a no ser la del silencio... y la de los hechos. «Ella muriendo de un ataque al hígado y él... ¡tocando la flauta!». Aquello merecía testigos, y los tuvo.
Llegó a parecerme que lo que me habían concedido había sido por pura merced y bondad, y que era natural privarme ahora de lo que no merecía. Hacia Gloria, dando por supuesto que me había engañado, no sentía rencor alguno. El malagueño seguía inspirándome aversión y repugnancia, pero no deseaba vengarme de él.
Leal permaneció inmóvil, siguiendo con mirada triste a su amo. 130 En vano le acarició su nuevo amo. ¡Bien merecía el nombre de Leal! Se dice que aquel hermoso caballo murió de tristeza a los pocos días.
Sólo con él se hubiera desposado; y como no quería causar tan profunda pena a Fernando, cuyo amor no merecía, veíase obligada a hacerse religiosa. Amaba a Fernando, su prometido, pero con un amor más apacible, más dulce.
Aquella noche se acordó en la tertulia acoger a la hija de don Carlos como una Ozores, descendiente de la mejor nobleza. No se hablaría para nada de su madre; esto quedaba prohibido, pero ella sería considerada como sobrina de quien tantos elogios merecía. Gran consuelo recibieron doña Anuncia y doña Águeda al saber por el médico esta resolución de la nobleza vetustense.
De aquí saltó la conversación a hablar de Jacinta. ¡Ah! Jacinta era una mujer muy mona: lo tenía todo, bondad, belleza, talento y virtud. El danzante de Juan no merecía tal joya, por ser muy dado a picos pardos. Pero fuera de esto, era un excelente chico, y muy simpático, pero mucho. «Ya sabrá usted dijo luego , que cayó malo con pulmonía en Febrero de este año. Por poco se muere.
La vista de aquella enérgica e inflexible fisonomía me devolvió hasta cierto punto un poco de energía. Me parecía como si la suerte me enviase un refuerzo en aquel momento que tanto lo necesitaba. Llega usted en buen momento le dije procurando mostrarme animado. No merecía la pena de tomarme tanto trabajo, ¿verdad? Vea usted, todo lo he destruido.
Palabra del Dia
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