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¡Hija! ¿Eres ? Padre, pues del otro mundo Vengo á hablarte, escucha, atiende. Yo me maté por tu causa. ¿Por mi causa? Claramente. me casabas por fuerza. Mi intento fué bueno. Advierte Que el Conde me merecía; Mas no quiso Amor que fuese Mi esposo, porque ya estaba Casada. Culparte debes A ti misma en no decirme Lo que tan tarde me ofreces.

Entre estas alhajas escandalosamente falsas, la única que merecía cierto respeto era un collar de perlas, que, al sentarse su dueña, venía á descansar sobre el globo de su vientre. Estas perlas irregulares, angulosas y con raíces se parecían á los dientes de animal que emplean algunos pueblos salvajes para fabricarse adornos.

Cuatro días pasaron así, cuando Isidora salió para ir, según dijo, a casa de su procurador, y como al otro día y al siguiente repitiese el mismo viaje, los esposos se alarmaron y dieron en creer que Isidora no merecía la caritativa hospitalidad que le habían dado.

Pues si quieres que ella te borde la ropa, por ... repuso doña Paula mirando a su hija con una condescendencia maliciosa. ¡No digo eso, mamá! exclamó ésta toda apurada. Sólo digo que me gusta más el bordado de Nieves que el de Martina. Al poco rato ya había consentido en discutir la cuestión de la ropa. Tratáronla en todos sus aspectos con la gravedad y el cuidado que merecía.

¿Pero no pensaba usted gratificarle cuando se marchara? , señora; pensaba darle cinco ó diez francos; tal vez cincuenta, acaso ciento, si hubiera creido que los merecia; pero no pensaba tener obligacion de dar 67, cuando nada se me ha advertido, cuando nada , cuando por el contrario tengo necesidad de saber lo que he de pagar, porque mi bolsillo no es infinito....

Representóse la Vida de San Antonio, y cuando la obra merecía aplausos, gritaban ¡víctor! ¡víctor! todos los espectadores, habiéndoseme dicho que tal es la costumbre del país. Me llamó la atención que el demonio no se diferenciaba en nada de los demás actores, si se exceptúan sus medias encarnadas y dos cuernos que llevaba en la cabeza. La comedia, como todas, se dividía sólo en tres actos.

Aunque incapaz de vengarse había tal vez en su empeño cierto deseo de terminar la existencia con un acto de justicia. Una vida de completa sumisión, sin oponer el más mínimo obstáculo a la voluntad de su marido, a sus planes económicos, ni a sus pasiones ilícitas, bien merecía que a la hora de la muerte reivindicase su libertad para satisfacer los impulsos del corazón.

Se confesaba que merecía un poco lo que le estaba pasando por su afán de desembarazarse de ella a todo trance. Pero como ya no era tiempo de volverse atrás, lo importante era dejarla cuanto más antes en el convento, y a eso debían tender todos sus esfuerzos. Obdulia parecía dormida.

He padecido con esta desdicha tanto como ustedes mismos, pues durante más de un año todo el mundo, en París, me ha llamado solamente "el primo de Freneuse". Hasta de algunas almas caritativas á quienes no faltaba nada para insinuar que yo también merecía ir á presidio. Y todo ¿por qué?

Sucedió esto mientras se leían las sentencias y después que el Reverendísimo Padre Presentado el Padre Fray Antonio Pons, Calificador del Santo Oficio, Examinador Sinodal y Prior de su Religiosísimo Convento de Predicadores, predicó un Sermón, que merecía la imprenta, si su mucha humildad no le negara a la luz.