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Quedó meditabundo, y algunos minutos después levantó la cabeza, dándose cuenta de que su ayuda de cámara había entrado en la habitación. Se esforzó por ocultar su inquietud al enterarse de que un señor deseaba verle y no había querido dar su nombre. Era tal vez algún acreedor de su esposa, que se valía de este medio para llegar hasta él.

Ruge el viento enfurecido En la blanquecina vela, Mientras ligero revuela Del corsario el pabellon. Sentado un hombre en la popa El ancho rio admirando Meditabundo fumando, Entre una nube se : Es su frente ancha y altiva, Es tostado su semblante, Es su mirar penetrante Y su brazo de temer.

Entonces que, sin poder él desechar aquellos recuerdos se le presentaba su infancia en los puertos; aquellas tardes de su vida de pastor melancólico y meditabundo.

Miren ustedes, ¡aquí está el P. Camorra! dijo Ben Zayb á quien le duraba todavía el efecto del champagne. Y señalaba el retrato de un fraile delgado, con aire meditabundo, sentado junto á una mesa, la cabeza apoyada sobre la palma de la mano y escribiendo al parecer un sermon. Una lámpara había para iluminarle. Lo contrario del parecido hizo reir á muchos.

La otra le llevó lo pedido; y mientras el desgraciado joven escribía, Torquemada, meditabundo y con la frente apoyada en un solo dedo, fijaba en el suelo su mirar reflexivo. Al coger el documento que Isidora le presentaba, miró á sus deudores con expresión paternal, y echó el registro afeminado y dulzón de su voz para decirles: «Hijos de mi alma, no me conocéis, repito que no me conocéis. Pensáis sin duda que voy

Un día dijo a su marido, que estaba meditabundo, sentado junto a ella detrás del mostrador: Simón, la verdad es que esto se va poniendo cada vez más inaguantable. ¿Eh? respondió Simón, un tanto azorado, como si le hubieran descubierto un secreto. Quiero decir que y yo estamos siendo los cerineos de todo el pueblo, y que el oficio no tiene nada de divertido.

Comenzaba a pasear la calle a Felicita y pasearía durante tres o cuatro horas. Xuantipa se retiró a preparar la cena. Belarmino, a solas, apoyó la frente en ambas manos, meditabundo. Así estuvo, sin moverse, largo espacio, hasta que volvieron el aprendiz y la niña. Obscurecía ya.

Oculto el rostro entre las manos, se quedó en esa actitud, meditabundo, y luego, volviendo la mirada hacia Vérod, repuso: Y a usted, a quien tanto mal he hecho, quiero pedirle humildemente que me disculpe. Sin duda todavía es demasiado pronto para que pueda usted soportar mi vista. Pero yo que su corazón está lleno de bondad.

No importa, es un infame. ¿ has estudiado lógica? Bien, pues sabrás que para que el conocimiento se produzca son necesarios dos términos: sujeto y objeto. Aquí falta sujeto... Pero dejemos eso ahora. Hablemos de ti. ¿Qué piensas hacer? ¿Cuáles son tus proyectos? Mario alzó los hombros sonriendo y no despegó los labios. Aquel gesto volvió a poner serio y meditabundo a Rivera.

Después de haber leído esta extraña epístola, el maestro quedó meditabundo, hasta que la luna alzó su brillante faz por encima de los montes e iluminó el camino que conducía a la casa escuela, camino endurecido con el ir y venir de los menudos pies de los educandos. Enseguida, más satisfecho, hizo trizas la misiva y esparció por el suelo los pequeños pedazos.