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Actualizado: 10 de mayo de 2025
De pronto miré a la tribuna de señoras, que estaba al lado de la Epístola, en lo que podemos llamar el proscenio de la iglesia, y creí distinguir a las dos muchachas. ¡Allí están, allí están!... dije a mi acompañante. Sí, y en la tribuna inmediata, que es la de los diplomáticos, está lord Gray. ¿No le ve usted?... Está con la cabeza entre las manos, pensativo y meditabundo.
Ninguna circunstancia quedó, referente a la amistad del conde y al hallazgo de la niña, que no revolviese y pesase en su pensamiento. Tornose silencioso y meditabundo. La mirada dura de sus ojos hundidos se posaba con insistencia en Amalia siempre que ésta entraba en su habitación. Amalia observaba todo esto, y leía tan perfectamente en el cerebro de su esposo como en un libro abierto.
Es verdad dijo Jaime, realmente avergonzado de su olvido. El Capellanet, que saboreaba orgulloso el éxito de estos consejos, tuvo un sobresalto al mirar por el hueco de la puerta. ¡El pare!... Pep subía la cuesta lentamente, con los brazos atrás y el aspecto meditabundo. El muchacho se alarmó al verle. Indudablemente, venía malhumorado por las recientes noticias: no le convenía encontrarse con él.
»Es que ese hombre tiene algo de sobrehumano, viene a ser un espíritu intermedio entre el hombre y la divinidad, en quien no hacen mella las emociones terrestres ni las necesidades de la materia parecen existir. Ni siquiera le han hecho un día la cama durante el mes que acaba de transcurrir; él vela incesantemente, siempre meditabundo y siempre buscando un remedio imaginario.
Había dejado la capa y el sombrero que estaban empapados en agua, y así, con los brazos cruzados, encorvado, meditabundo, con la cabeza sobre el pecho, tenía algo de terrible. El carcelero introdujo en la habitación á Montiño, y con arreglo á las órdenes que tenía, salió y cerró la puerta. Venid acá, tío Francisco, venid acá le dijo el bufón ; tenemos que hablar mucho y grave.
Durante varios días, sin embargo, en vano buscó la oportunidad de hablarle en uno de los paseos solitarios que el ministro acostumbraba dar, todo meditabundo, á lo largo de la costa ó en las colinas cubiertas de bosques del campo vecino.
El caso es dar con la mujer, con el ave fénix murmuró Miranda meditabundo . No, lo que es niñas casaderas no faltan; pero yo ahora perdí el rumbo aquí.... Dime tú.... ¡Niñas de aquí! ¡Líbrete de ellas Dios! Más temibles son que el cólera. ¿Sabes tú las exigencias que tiene cualquiera de esos angelitos? ¿Sabes tú cómo las gastan?... De modo que.... La mujer que tú necesitas está en León mismo.
A don Fermín no le importaba mucho lo que dijeran, pero quería saber lo que se murmuraba y a dónde llegaban las injurias. No pensaba en tal cosa el Magistral aquella mañana fría de octubre, mientras se soplaba los dedos meditabundo. Una cosa era lo que debiera estar pensando y otra lo que pensaba sin poder remediarlo.
Palabra del Dia
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