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Actualizado: 13 de julio de 2025


En los primeros momentos, su fisonomía seria y meditabunda le hacía parecer de mayor edad de la que tenía realmente; pero, cuando se le examinaba con más atención, se descubría en sus ojos, de un azul intenso, un brillo de juventud y de pasión que se contradecía con la precoz madurez de sus rasgos.

Lo que más picante le parecía, lo que venía a remachar el clavo de la felicidad, era el contraste de Serafina, quieta, cansada y meditabunda, con Serafina en el éxtasis amoroso: esta mujer, toda fuego, que asustaba con sus gritos y sus gestos de furiosa de amor; que hablaba, mientras acariciaba, con una voz ronca, gutural, que parecía salir de la faringe sin pasar por la boca, y que decía cosas tan extrañas, palabras que, aunque pareciera mentira, aún eran excitantes en medio de los hechos más extremosos de la pasión; esta mujer, diablo de amor, cuando el cansancio material irremediable sobrevenía y llegaban los momentos de calma silenciosa, de reposo inerte, tomaba aire, contornos, posturas, gestos, hasta ambiente de dulce madre joven que se duerme al lado de la cuna de un hijo.

Sin embargo, no lejos de la fachada de la vasta mansión, que da sobre el Marne, un joven se pasea a lo largo, en actitud meditabunda y de una manera nerviosa.

Calló otra vez, seria y meditabunda; porque en medio de aquel rudo oleaje de afectos con que la gracia de Dios combatía su alma para sacarla a flote, santos unos como el amor de madre, saludables otros como el remordimiento, apareció muy honda y comenzó a subir, a subir, hasta flotar en la superficie y sobrenadar en lo alto y llenarlo todo y dominarlo todo, la idea fija, su ángel malo, el pensamiento constante que llevaba clavado en la frente, como un dolor neurálgico, de satisfacer su vanidad y vengar su despecho, recobrando de nuevo su antigua posición y su brillante corte de mujer elegante.

Y sin embargo hay horas en que las vibraciones de las cosas me hablan de una música recóndita de ideas sentimientos. ¿Qué es esta esperanza de un bien incierto? A veces se me antoja todo el Vivero escenario de una comedia o de una novela.... Entonces me parece más solitario el bosque, más solitario el palacio. Esta soledad parece meditabunda.

Dejólo caer, sin embargo, el Reyecito sobre la rica colcha, sin mirarlo casi, y quedóse largo tiempo pensativo, con el codo apoyado en la almohada. De pronto dijo, con esa expresión seria y meditabunda que toman á veces los niños, cuando reflexionan ó sufren: Mamá... ¿Por qué los niños pobres rezan lo mismo que yo, Padre nuestro, que estás en los cielos?...

Los dos niños, embobados de pie a un lado y otro de su madre, miraban en silencio correr el pincel de la dama, que con cierta complacencia íntima daba los últimos toques al airoso y nervudo cuello del Byron de contrabando. De pronto, Lilí, con esa expresión seria y meditabunda que toman a veces los niños, dijo a su madre: Mamá... ¿ por qué quieres tanto al tío Jacobo?...

Y tan es así que, como quedara monsieur Jaccotot con la meditabunda mirada fija en el espacio y las dos lágrimas silenciosas deslizándose por las mejillas exangües, Manuel Peralta sacó el pañuelo para imitarlo, y comenzó la pantomima de un llanto inconsolable.

Un tanto aburrido Miquis de su papel de indicador, iba mostrando a Isidora, jaula por jaula, los lobos entumecidos, las inquietas y feroces hienas, el águila meditabunda, los pintorreados leopardos, los monos acróbatas y el león monomaníaco, aburridísimo, flaco, comido de parásitos, que parece un soberano destronado y cesante.

Volvió tranquilamente la página y miró de soslayo a Carolina, que estaba absorta en la lectura de un cuaderno con láminas. Lady Clara no dijo una palabra, y durante el resto de la noche permaneció absorta, contra su costumbre, y sumamente silenciosa y meditabunda.

Palabra del Dia

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