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¡Noche...! Sulamita, tan hermosa y tan negra cual mis propios pesares, como aquella que muere de langor, y palpita entre los nardos del Cantar de los cantares; emperatriz augusta del silencio y la sombra, noche meditabunda, ¡salve, mil veces salve!

En esto pensaba la pobre Herminia mientras la señorita Guichard, incapaz de dominar su agitación, se paseaba por el salón, con las manos en la espalda y el cuerpo inclinado, en una postura meditabunda, digna de Napoleón. Una tempestad formidable se formaba desde la víspera en su cerebro.

Pero en vano se estuvo allí plantado otro buen rato, apoyándose en la carabina, en actitud meditabunda. Rosa no tuvo a bien presentarse. Otra vez se vio precisado a marcharse, ahora más descontento y cabizbajo. Al llegar al sitio de antes, Rosa volvió a cantar.

A menudo, cuando Marta, meditabunda, miraba fijamente frente a ella, él la observaba de reojo, meneaba la cabeza, exhalaba un suspiro, salía del cuarto cerrando la puerta con estrépito. Pero cualesquiera que fuesen los sufrimientos que padecía, su trabajo no se resentía de ello; de tan lejos como la recuerde, jamás la vi un segundo desocupada.

Llevaba en la mano un mendrugo de pan que le había dado la Señana para desayunarse, y, comiéndoselo, marchaba aprisa, sin distraerse con nada, formal y meditabunda. No tardó en pasar más allá de los edificios, y después de subir el plano inclinado, subió la escalera labrada en la tierra, hasta llegar a las casas de la barriada de Aldeacorba.

Estas fueron las últimas palabras de la fantástica Francisca, que dijo que nos dejaba porque tenía que terminar sus visitas de primero de año. En cuanto se marchó, me levanté para despedirme de aquellas señoras, pero la de Ribert me detuvo. Esta Francisca es alarmante, muy alarmante... Su gana de casarse le turba el entendimiento dijo moviendo la cabeza con expresión meditabunda.

Parecía la mosca meditabunda, y ocurriósele a Tapón cazarla, para alivio de sus penas; mojóse con saliva los extremos del pulgar y el índice, y alargó la mano suavemente: la incauta mosca saltó del tintero a la mano traicionera, dio una carrerita y acercóse al fatal lazo.

Amaranta, después de desahogar las antiguas cóleras de su pecho, estaba meditabunda y aun diré que arrepentida de todo lo que había dicho, doña Flora preocupada, y Congosto, con los ojos fijos en el suelo, revolvía sin duda en su cabeza altos y caballerescos pensamientos. Sacó a todos de su perplejidad una visita que nadie esperaba, y que causara general asombro.

Chupándose el dedo y en actitud meditabunda permaneció allí unos instantes, hasta que la misma falta de los dos cuartos acostumbrados le descubrió un rayo de luz: ¡su abuelo le había prometido otros dos si le avisaba cuando la señora se quedase en la capilla después de oída la misa!

La joven caminó lentamente por el sendero; recogió aquí y allá algunas flores, e hizo un ramito, que se puso en el seno. Después se sentó en el banco y se puso a concluir la gorra que Marta había comenzado. Mientras que sus manos manejaban rápidamente las agujas, su mirada vagaba delante de , meditabunda y olvidada de lo que hacía.