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Actualizado: 17 de junio de 2025


¡Dios quiera que los cazados no seamos nosotros! tartamudeó doña Dolores con las mejillas horriblemente sumidas por los esfuerzos de absorción que practicaba, a fin de convertir su barquillo en bomba ascendente de la leche garrapiñada. Himno de Riego, de Garibaldi. Marsellesa Era Baltasar un hijo, no de este siglo, sino de su último tercio, lo cual es más característico y peculiar.

Poco á poco las formas desaparecieron, todo se convirtió en una inmensa sombra vaga y lejana, y al fin perdí de vista la estrecha faja de la costa marsellesa.

Y enmudecieron los metales, y presto volvió a alzarse su formidable acento, entonando la trágica Marsellesa. Impensadamente se abrieron las ventanas del Círculo, y fue como si la sala llena de claridad, de gente y de tumulto, se viniese a meter entre los espectadores.

Una mañana, la música de á bordo, que hacía oir todos los domingos el Coral de Lutero, despertó á los durmientes de los camarotes de primera ciase con la más inaudita de las alboradas. Desnoyers se frotó los ojos creyendo vivir aún en las alucinaciones del sueño. Los cobres alemanes rugían la Marsellesa por los pasillos y las cubiertas.

Habla al pueblo con acento vinoso, dice mil gracejos insolentes, en el argot más puro del voyou más canalla, y por fin... canta la Marsellesa. La muchedumbre se hace más compacta a cada momento y empiezo a respirar con dificultad. Llegamos a la plaza de la Concordia: el cuadro es maravilloso.

Se extasían, abren la boca, riñen a los muchachos, alejan con ceño adusto al marchand de coco, al de pain d'épices, que pasa su mercancía por las narices infantiles tentándolas desesperadamente. Un movimiento se hace al frente; un cordón de obreros, blusa azul, casquette sobre la oreja, se ha formado de lado a lado de la Avenida. Avanzan en columna cerrada cantando en coro la Marsellesa.

Los camareros de los cafés trincaban los grandes toldos como si fuesen el velamen de un buque. Se aproximaba el mistral, y cada dueño de establecimiento ordenaba la maniobra para hacer frente al helado huracán que vuelca mesas, arrebata asientos y se lleva todo lo que no está asegurado con marinos amarres. Creyó ver Ferragut en la famosa avenida marsellesa una antesala de Salónica.

Su admirable situacion, su fabuloso progreso, su mérito fabril, sus inmensas relaciones comerciales, el fuerte guarismo de su poblacion, su grandeza material, su tipo social característico, su pasado y su porvenir, todo concurre á hacer en extremo interesante el estudio de la opulenta Marsella, la perla de la Francia meridional, la antigua colonia de los Focios, capital de la extinguida República marsellesa, que César no pudo vencer y conquistar, y que inmortalizó su nombre en la revolucion francesa con su legion de héroes y el himno admirable que electrizara á la Europa entera en las grandes luchas de la libertad contra el absolutismo.

Comenzaban a arder las esteras viejas, las sillas cojas y demás muebles recogidos en los desvanes del barrio y amontonados en el interior de la falla. El rojo resplandor iluminaba la parte baja de los figurones. ¡Que toquen la Marsellesa! gritó un vozarrón anónimo con acento imperioso. Un estremecimiento pareció correr por la muchedumbre, saltando después de balcón en balcón.

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