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Actualizado: 28 de junio de 2025
Baltasar y la muchacha, obligados quizá por el helado ambiente, se aproximaban el uno al otro, hablando no obstante de cosas indiferentes y poco importantes. No, Bilbao no es más bonito... ni tampoco Santander, digan lo que quieran los santanderinos, que son muy patriotas. ¿Sabe usted lo que ha mejorado Marineda? ¿Y lo que está llamada a mejorar todavía?
Amparo sí que solía empujar a Chinto, y no por vía de halago, bien lo sabe Dios, sino de pura rabia que le tuvo siempre. Si pudiese leer en el alma del paisano, adivinar cómo le hervía la sangre al acercarse a ella, le hubiera cobrado asco amén del odio inveterado ya. Para Amparo, hija de las calles de Marineda, ciudadana hasta la médula de los huesos, Chinto era un ilota.
El ambiente era más templado que otra cosa, como suele suceder en el clima de Marineda durante los meses de febrero y marzo.
Sin embargo, me convendría salir de Marineda una temporada.... Al pensar esto, miraba maquinalmente a las hojas secas, que valsaban con lánguido y desmayado ritmo. Pero ¿y Josefina? Si las noticias de mamá son ciertas, no va a ser posible abandonar una proporción que tal vez no vuelva a encontrar en mi vida. ¡Qué mil diablos!
Tribuna del pueblo El Círculo Rojo echa el resto; no se habla en Marineda sino del banquete que ofrece a los delegados de Cantrabria y Cantabrialta.
Esto crece a cada paso; vamos a tener barrios nuevos, magníficos, a la americana, ahí donde usted ve aquella lucecita... todo por ahí, a lo largo del baluarte. ¿Y Madrí? ¿Es mucho mejor que Marineda? interrogó Amparo por decir algo, enrollando un cabo de su pañuelo. ¡Ah! Madrid, ya ve usted... al fin y al cabo, es la corte.... Sólo la calle de Alcalá....
Encontró en él muy buena acogida y dos amigas: a la una se aficionó de suyo, movida de un instinto protector; llamábanle Guardiana, era nacida al pie del santuario de Nuestra Señora de Guardia, tan caro a Marineda; y según ella misma decía, la Virgen le había de dar la gloria en el otro mundo, porque en este no le mandaba más que penitas y trabajos.
Por eso me da rabia... contestó la muchacha pálida, que hablaba con cierto ceceo, propio de los puertecitos de mar en la provincia de Marineda. Sal un poco, mujer... vente conmigo. Hoy... ¡quién puede! Hay un encargo... diez y seis varas de puntilla para una señora del barrio de Arriba.... El martes se han de entregar sin falta.
Allí estaba la Comadreja, a quien no era posible aguantar de puro satisfecha y vana, porque tenía en Marineda al capitán de la Bella Luisa, y si él no había querido convidarse a merendar «por el aquel del bien parecer», contaba con que la acompañaría al final de la función.
En su aspecto Borrén era semejante a los guardias civiles de madera que suelen colocarse en el frontispicio de los hórreos y molinos del país: a despecho de sus bigotazos formidables, bien se les conoce que son muñecos. Dígole a usted, Borrén exclamó Baltasar resolviéndose por fin a formular en alta voz su pensamiento , que no comprende usted lo que es Marineda... ni lo que es mi madre.
Palabra del Dia
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