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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Pues entonces, que se la lleve a usted el demonio gritó el clérigo con gesto de menosprecio. Le diré a usted... yo me arrepiento; pero... Qué peros ni qué manzanas... manifestó Rubín, manoteando con groseros modales . Reniegue usted de su infame adulterio; reniegue también del hombre malo que la tiene endemoniada. Eso... ¿Eso qué?... ¡Vaya con la muy...! Y me lo dice así, con ese cinismo.
De aquí que no se sorprendiera maldita la cosa al observar que mientras un orador de mala facha y peor estilo se desgañitaba echando pestes por la boca, manoteando sobre el banco delantero y tragando vasos de naranjada, entre consulta y repaso a sus apuntes, los poquísimos diputados que quedaban en el salón se entretuviesen en hacer pajaritas de papel, en despachar su correspondencia o en chupar los caramelos del presidente; dulzuras de que provee a este personaje abundosamente el Estado, teniendo en cuenta, quizá, que para soportar la amargura de ciertas horas, no basta un muelle sitial de terciopelo, por muy elevado que se ponga.
¿Qué ha de ser sino la procesión? dijo el Doctrino. Lázaro se levantó dolorido, porque con la molesta posición que en el sueño tomó, parecía que se le había roto el espinazo. Abrieron el balcón y miraron. Doña Leoncia entró en el cuarto del poeta dando alaridos y manoteando.
Se les veía igualmente en los tranvías o estacionados en las puertas de tiendas y cafés. Saludábanse con espontáneo gozo, manoteando y gritando cual si fuesen compatriotas que se tropezaban después de larga ausencia. Alarmado Fernando por estos encuentros, recomendó a la joven cierta prudencia en su actitud. Podían verlos: después serían los comentarios en el buque.
Pues por esta vez contestaba el arcipreste, manoteando y bufando para desenredarse de la esclavina del montecristo, que el viento le envolvía alrededor de la cara , por esta vez, les hemos de hacer tragar saliva. Al menos el distrito de Cebre enviará al congreso una persona decente, hijo del país, jefe de una casa respetable y antigua, que nos conoce mejor que esos pillastres venidos de fuera.
Si usted se obstina en callarse, creeré que la causante de toda esta tragedia es usted y nada más que usted». Fortunata se volvió hacia ella. Su palidez era como la de un muerto. «Vamos a ver añadió la de Jáuregui manoteando . Si mi sobrino me vuelve a preguntar si ha entrado usted, ¿qué le digo?».
Acabando de vestirse, empezó a dar trancos por la habitación, manoteando y hablando solo. «No, no, no... Si creen que me la dan, se equivocan. Lo más horrible es que mi tía es encubridora... Pues qué, ¿entraría nadie en la casa si ella no lo consintiera? Y Papitos también es encubridora. Buenas propinas se calzará. Pero ya te arreglaré yo, celestina menuda. Que no me vengan con tonterías.
Una noche, al entrar Desnoyers en el fumadero, vió á los notables germánicos manoteando y con los rostros animados. No bebían cerveza: habían hecho destapar botellas de champañ alemán, y la Frau consejera, impresionada sin duda por los acontecimientos, se abstenía de bajar á su camarote. El capitán Erckmann, al ver al joven argentino, le ofreció una copa.
Pero como esperaba tan poco de él, quedó agradablemente sorprendido al ver que iba saliendo del paso. Se discutía la cuestión social. Mendoza repitió todos los lugares comunes que se encuentran en los manuales de Economía política, manoteando muchísimo, dando cortos paseos por delante de la silla y pronunciando las palabras con un cierto recalcamiento sonoro, de suerte que no se perdía una sílaba.
El hombre que las acompañaba las libró del peligro agitando su bastón delante de los caballos, los cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabritándose y manoteando estremecieron el landó y asustaron a su vez a Elisa.
Palabra del Dia
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