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Actualizado: 3 de junio de 2025


Es como lo anterior, evidente, que el maligno polaco, riéndose una vez más de las gracias del animal, compadeció, si cabe en lo posible, a su vecino que iba a construir un alambrado infranqueable por su toro. Seguramente se frotó las manos: ¡ no podrán decir nada esta vez si toro come toda avena!

¡Bien calculó el maligno Celemín lo que había de ocurrir, y cómo la caballeresca escena cambiaba de carácter y adquiría torpe sentido con sólo disponer los combatientes en la forma antedicha y rasgar oportunamente la trasera de unos gregüescos! Las más sublimes escenas de Shakespeare se hubieran descompuesto en esta piedra de toque.

Hablaron en voz baja, al mismo tiempo que el indio acariciaba las llaves y palancas de la máquina con gruñidos de satisfacción. Yo no entiendo de automóviles; pero adivinaba en aquel carruaje un organismo maravilloso que iba á obedecer fielmente al espíritu maligno de sus conductores.

Ninguna idea mala en lo material, ninguna sugestión del espíritu maligno turbó entonces mi razón, ni logró inficionar mi voluntad y mis sentidos. Lo que se me ocurrió fue un argumento para invalidar, al menos en , la virtud de esa cautela.

Y á su esposa, ¿la conoce usted también hace mucho tiempo?... El maligno personaje sonrió al enterarse de que Robledo la había visto por primera vez unas semanas antes. ¿Rusa?... ¿Cree usted verdaderamente que es rusa?... Eso lo cuenta ella, así como las otras fábulas de su primer marido, Gran Mariscal de la corte, y de toda su noble parentela.

El maligno tipo sabe más de lo que parece, y acaso, acaso... Pero vuelvo a lo de idiota, que es lo más seguro. ¿Feliz?... insistí sin embargo ¿Por el amor estrafalario que Vd. ha inventado con su meningitis? Ayestarain tornó a mirarme fijamente, pero esta vez creí notar un vago, vaguísimo dejo de amargura.

¿Me habré vendido yo mismo, se preguntó el ministro, al maligno espíritu á quien, si es verdad lo que se dice, esta vieja y amarillenta bruja, vestida de terciopelo, ha escogido por su príncipe y señor? ¡Infeliz ministro! Había hecho un pacto muy parecido á ese de que hablaba.

Con disgusto, Krilov dirigió una mirada a su viejo gabán, al botón que colgaba con un pedazo de la tela; se imaginó su rostro amarillo y agrio, que detestaba, hasta el extremo de no afeitarse sino una vez al mes; sus ojos, con gafas azules, y se convenció, con un placer maligno, de que parecía, en efecto, un espía.

No se trata de convencer, sino de vencer; el amor propio se interesa en la contienda, y conocidos son los infinitos recursos de este maligno agente. Lo que favorece se abulta y exagera; lo que obsta se disminuye, se desfigura ú oculta: la buena fe protesta algunas veces desde el fondo del alma; pero su voz es ahogada y acallada como una palabra de paz en encarnizado combate.

Figuraba en la no muy numerosa servidumbre de la casa, con el título, las atribuciones y preeminencias de ama de gobierno, una mujer ya cuarentona, hija de antigua criada de la familia, de esas criadas de antaño que nacían, vivían y morían a la sombra, protectora de sus patrones, la cual mantenía a su lado un niño, que el maligno rumor público susurraba ser obra y gracia de don Aquiles.

Palabra del Dia

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