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Actualizado: 12 de junio de 2025
Burlando burlando desgarra él mismo su obra; se deplora que así lo haga, pero con un pincel poético, que se asemeja á una varita mágica, evoca en un instante á nuestra vista un nuevo edificio más bello que el anterior; nos arrebata en sus escenas, más seductoras la una que la otra, y de placer en placer y de sorpresa en sorpresa, nos obliga, contra nuestra voluntad, en vez de irritarnos contra él, á agradecerle el goce que nos proporciona.
El Fausto vivo y humano, el doctor melancólico, el remozado por la bebida mágica, el amante natural, como son todos los amantes; de la natural, viva y real Margarita, se queda por allá con las Madres, y sólo vuelve su sombra, su idea pura, un símbolo, una alegoría tan diáfana y clara, que más no puede ser.
Sólo el Príncipe tártaro, que era diabólicamente sagaz, recelaba, aunque de una manera muy vaga, que la Princesa había recibido alguna noticia del pájaro verde. Tenía, además, el Príncipe tártaro el misterioso presentimiento de una gran desgracia, y había adivinado por el arte mágica, que su padre le enseñara, que en el pájaro verde debía mirar un enemigo.
Es un medio fácil; es como una ceremonia mágica con su ritual compuesto de alabanzas y actos de humillación, devoción, sumisión, admiración y otras manifestaciones propiciatorias para ganar la simpatía y la protección del santo; después sigue la enumeración de favores que se solicitan y que siempre son atendidas por Dios, como se demuestra por numerosos ejemplos que en la novena se enumeran con sumo cuidado.
Respondiéndole al mismo tiempo una voz entre humana y extranjera: " Yo soy, señor Licenciado, que estoy en esta redoma adonde me tiene preso ese astrólogo que vive ahí abajo, porque también tiene su punta de la mágica negra, y es mi alcaide dos años habrá." " Luego ¿familiar eres?" dijo el estudiante.
Pero lo que dio más juego fue cierto aparato de proyección o linterna mágica que uno de ellos compró para dar sesiones en la tertulia. En seguida malicié de lo que se trataba, y más viendo que el que mostraba las vistas era siempre distinto, sucediéndose en esta tarea, que debía ser la más ingrata, por riguroso turno.
Los más eran padres de familia, con señora encopetada y con prole. Ni ellos ni yo queríamos, debíamos ni podíamos volver a la vida pasada, salvo el hacer resurgir del seno de lo que fue, y por evocación mágica, una fugaz apariencia que, no bien se dejaba columbrar, mostraba marchitas y ajadas las lindas galas que en el recuerdo había conservado.
La humillación y la vileza de mis primeros años se representan en mi memoria y me cubren de oprobio. No hay penitencia, ni conjuro, ni sacramento, ni palabra mágica, diabólica o divina, que borre ciertas manchas indelebles. La vergüenza que inspiro a mi hija se vuelve contra mí.
Cuatro o cinco soldados esparcidos en distintos puntos acusaron también su origen meridional, gritando al concluirse la estrofa: «¡Olé, olé!» Aquella canción, nacida en el ardiente suelo de Andalucía, fue una varilla mágica que ahuyentó la tristeza de los corazones.
Únicamente Antoñita por su gracia atractiva y por la animación de su carácter, podía alegar derechos a compartir con ella su trono. Para que nada faltara, los primeros acordes de la orquesta produjeron en Magdalena un efecto magnético, haciéndole recobrar el color y la sonrisa y reavivando a impulsos de su mágica influencia aquellas fuerzas que momentos antes parecían agotadas.
Palabra del Dia
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