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Actualizado: 20 de mayo de 2025
El conde se irguió decidido y amenazador: ¿Qué es eso? dijo con voz áspera. ¿Tenemos dudas? ¡Dios me perdone! ¿Acaso remordimientos? ¿Está usted loca? ¿Olvida usted en qué condiciones intervine para sacarla del atolladero cuando la enloquecía el terror? ¿Es que va usted á ser ingrata, querida? Eso sería una debilidad y una gran imprudencia.
El pasado de Leonora; su amor repartido con loca generosidad por los cuatro puntos de la tierra; todos los pueblos pasando sobre su cuerpo, domándola un instante con el atractivo de la elegancia o el encanto del arte; sus entrañas estremeciéndose hoy en un palacio y mañana en un cuarto de hotel; su boca repitiendo en diversos idiomas aquellas mismas frases de amor, entrecortadas por el espasmo, que le enardecían, como si fuese el primero en oírlas. ¿Y por estos restos que aún sobrevivían milagrosamente después del loco derroche, iba él a perderlo todo, a huir dejando a sus espaldas el escándalo, el descrédito y tal vez el cadáver de su madre? ¡Ah, terrible don Andrés! ¡Y cómo después de herirle metía los dedos en el sangriento desgarrón agrandando la herida!
Murió ciego y pobre en el horror sin nombre de un hospital, y su manera de morir fué el obligado epílogo de su vida loca, imprevisora, de titiritero de la literatura.
Ni súplicas ni razones valían de nada. Estaba loca de ira. Te llamaba infame y traidor. A mí, ¡figúrate cómo me pondría!... Entonces no tuve más remedio que apelar al último recurso... por más que sea un poco fuerte añadió en voz más baja y alterada. ¿Qué recurso? preguntó Gonzalo con curiosidad. Venturita guardó silencio algunos momentos.
La puente de Mantible. Saber del mal y del bien. Lances de amor y fortuna. El príncipe Constante, y Peor está que estaba, se imprimieron, por vez primera, en el año de 1635. El escondido y la tapada, representada probablemente, por vez primera, en 1637. Los versos En Italia estaba Celia Cuando la loca arrogancia Del francés sobre Valencia Del Pó, etc... El mayor encanto, amor. Argenis y Poliarco.
Tu madre está loca decía algunas veces a Juanito en la puerta de Las Tres Rosas . Si esto sigue más tiempo, todos iréis a pedir limosna. ¡Ah, qué cabeza...! ¡Parece imposible que sea mi hermana! Para ella lo principal es aparentar, y del mañana que se acuerde el diablo. Lo que yo digo: «arroz y tartana...» y trampa adelante.
Haga usted de modo que ella ignore quién la suministra este insignificante recurso, y quién la hace estas preguntas, á fin de que tenga algo que la distraiga del pensamiento que la domina, y que acabará por volverla loca. Dígala usted que no se desespere, que no se apure, que no se aflija.
Después juntó las manos y me dijo en voz baja y suplicante: »Dame tiempo, Roberto; he presumido demasiado de mis fuerzas; es necesario que me acostumbre a esta idea. »Pero me sentía tan embargado por mi reciente dicha, por una alegría tan loca, que creía poder obligarla por fuerza a ser ella también dichosa.
Ferragut se sintió alarmado por tales palabras. ¿Qué sacrificio deseaba proponerle esta mujer?... Pero se calmó al seguirla escuchando. Todo era una hipótesis de su desordenada imaginación. «Está loca», afirmó de nuevo en su cerebro el consejero interior.
Si sabré yo lo que me digo. Para que te enteres: hace media hora que he estado hablando con él en casa de una amiga. Si no caes en la trampa, creo que el pobrecito revienta... tan dislocado está por ti. El cuarto de al lado... a mano izquierda cuando entramos... el mío a esta mano; de modo que... No me vuelvas loca...
Palabra del Dia
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