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Actualizado: 31 de octubre de 2025
Sintió Ojeda cierto remordimiento ante este llanto. ¿Por qué lloraba?... Y ella, como si se avergonzase de su emoción, profería balbucientes excusas. No sabía por qué lloraba... Pero era tan feliz, ¡tan feliz!... Un ruido de pasos despegó sus bocas instantáneamente, y cogiéndose del brazo, continuaron su paseo con afectada indiferencia.
Todo sea por Dios dijo, con emoción el viejo, al ver que Isidora se interrumpía para llorar . Pero ¿qué es eso, hija mía, comparado con lo que Cristo padeció por nosotros? Mi madre murió en aquellos días prosiguió Isidora, casi completamente ahogada por el llanto . Aquel día, ¡oh Dios mío, qué día!, mi padre hizo los disparates más atroces; no lloró, no se afectó nada.
Andrés ya se incorporaba rugiente, mascullando amenazas espantosas; y la muchacha, sin dar un grito, con los labios secos y los ojos llenos de llanto, le esperaba inmóvil, apoyando en la ventana sus brazos doloridos, sumida en un desesperado propósito.
Sollozos desolados, desesperados, la sofocaban ahora, a cada instante; y aquellas gotas ácidas que corrían hasta su labio, aquel olor de llanto y de angustia apresuraron su pérdida.
Esto causó mucha sorpresa, porque era sabido que no quería a Pablo, de modo que aquel llanto hizo pensar a todos, que aunque la muchacha le mostraba aversión por sus desórdenes, en el fondo lo quería algo. El señor alcalde se enfadó, lo mismo que la señora, y se retiraron, concluyéndose en seguida la cena de esa manera tan triste. Han pasado ya tres años.
Algún tiempo se distinguió la cara de Lucía, sofocada y bañada en llanto, y su pañuelo que se agitaba, y oyose su voz diciendo: Adiós, papá..., padre Urtazu, adiós, adiós.... Rosario.... Carmen..., abur.... Al fin se perdió todo en la distancia, la escamosa sierpe del tren revelose a lo lejos por una mancha obscura, luego por desmadejado penacho de turbio vapor, que presto se disipó también en el ambiente.
El llanto en tales tiempos es perdido, Pues si llorando el cielo se ablandara, Ya le huvieran mis lagrimas movido. A la adversa fortuna alegre cara Debe mostrar el pecho generoso, Que á qualquier mal buen animo repara.
Sentí comprimirse mi corazón, como necesitado de arrojar de sí un peso insoportable, y luego sentí que mi corazón se dilataba y lloré en un llanto largo, tranquilo, dulce, toda la hiel que había ido depositándose en mi corazón.
¡Oh! ¡más horrible aún! exclamó Dorotea. Oye... Oye... el ruido tentador del oro me detuvo, me trastornó, me atrajo... y... me quedé inmóvil, pegado á la pared... cerca de aquella puerta... yo no sentía, no oía otra cosa que el ruido del dinero... y tras él me parecía escuchar tu llanto desconsolado... me parecía verte extendiendo tus bracitos... llamando á tu madre... ¡oh! ¡Dios mío!... yo no sé cuánto tiempo pasé de aquel modo... al fin aquella puerta... la puerta de la tienda se abrió y salió un hombre... la puerta se cerró y el hombre que había salido se alejó solo; yo le seguí... le seguí recatadamente... eran mis pasos tan silenciosos, que no podía oírme... era la noche tan obscura, que aunque hubiera vuelto la cabeza no hubiera podido verme... y una fascinación terrible, involuntaria, me acercaba más á aquel hombre... de repente aquel hombre dió un grito y cayó de boca contra el suelo... al caer se oyó un ruido metálico... el de un saco de dinero... luego se oyó crujir de nuevo aquel saco, y otro hombre dió á correr... el que había caído no volvió á levantarse... el otro no volvió á pasar jamás por aquella calle... tres días después estabas tú en las Descalzas Reales... porque yo... yo tenía oro... mucho oro... yo era rico... y podía criar bien á mi hija.
Con tal efusión rompió en llanto la desdichada Doña Francisca, cruzando las manos y poniéndose de hinojos, que el buen sacerdote, temeroso de que tanta sensibilidad acabase en una pataleta, salió a la puerta, dando palmadas, para que viniese alguien a quien pedir un vaso de agua.
Palabra del Dia
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