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Actualizado: 18 de junio de 2025


Preséntele usted al lado un artículo de un periódico, el más lindamente escrito y redactado; háblele usted de felicidad, de orden, de bienestar; y apártese usted algún tanto, no sea que si lo entiende, le pruebe su garra que su única felicidad consiste en comérselo a usted. El tigre necesita devorar al gamo; pero seguramente que el gamo no espera a oír sus razones.

Durante el paseo, mi amo, después de haber asegurado con su habitual aplomo que si el almirante Córdova, en vez de mandar virar a estribor hubiera mandado virar a babor, la batalla del 14 no se habría perdido, entabló la conversación sobre el famoso proyecto, y aunque no dijeron claramente su propósito, sin duda por estar yo delante, comprendí por algunas palabras sueltas que trataban de ponerlo en ejecución a cencerros tapados, marchándose de la casa lindamente una mañana, sin que mi ama lo advirtiese.

No estando avezado a estos lances, lo único que se le ocurrió fué regresar precipitadamente a Madrid, vender más títulos y volverse otra vez. Su hacienda mermaba de día en día. Cuando empezó el invierno tenía ya de menos algunos miles de duros; mas esto no le impidió seguir gastando lindamente.

D. Laureano hacía valer mucho esta prohibición para sacarles lindamente los cuartos: en realidad, importábale tan poco que jamás se le había pasado por la mente enajenar su grata libertad. Aborrecía de muerte el matrimonio y la familia. Cuando algún amigo se casaba, considerábale como un suicida.

La ventaja del oro o de la plata acuñados para moneda se deduce evidentemente de lo expuesto. ¡Bendito y alabado sea Dios que nos ha hecho nacer en una época en que todo se averigua y se explica tan lindamente! Un buey es poco portátil, no cabe en el bolsillo, no pasa en todos los mercados, gasta en comer y se puede morir, y el dinero ni come ni se muere.

Los demás, cuando se enteraron del asunto, también rieron. Elena se aprovechó lindamente para embromar a su concuñado y ponerle de veras amoscado. Comenzaron en efecto los ensayos del drama o más bien alta comedia según el tecnicismo teatral. Tristán se trasladó a Madrid con su esposa y comenzó a asistir a ellos.

Nunca se le pasó por la imaginación que tales pérdidas pudiesen afectar seriamente a sus comodidades, a su ostentación, ni aun a sus caprichos. Pero el gusano permanecía vivo allá en el fondo. No había más que hostigarle como hizo Pepa, para que royese lindamente. ¿Los negocios de mi marido? dijo balbuciendo, como si no entendiese . Yo nunca me entero ... ni le pregunto.

No hace más que llorar y pedirle celos.... ¡Qué más quiere ese monigotillo que verla humillada!... Si yo estuviera en su caso ¡ya le diría!... Le ponía en seguidita un armatoste en la cabeza que no cabía por esa puerta. La exaltación de su espíritu no le impedía engullir lindamente. Dios te lo pague, hija concluyó por decir levantándose . A ver si este corazón se está quieto un rato.

No propuso la comparecencia de nuevos delincuentes, pero hizo repetidas veces la grave declaración de que eran todos, ¡todos! unos necios y unos antipáticos. Pasada aquella nube sombría, volvió el regocijo a la mesa. Visita comía con apetito, pero no le imposibilitaba de charlar y reír prodigiosamente. Su marido la ayudaba lindamente en todo ello.

Manuel Antonio se mostró jovial y decidor, trató de alegrarla cuanto pudo, atrayendo de nuevo la sangre a aquel corazón ulcerado para que la puñalada fuese más dolorosa. Pidió chocolate, lo tomaron jaraneando lindamente: Amalia llegó a olvidarse de sus preocupaciones. Y cuándo más olvidada estaba ¡zas! la bomba.

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