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Actualizado: 5 de junio de 2025


El rey leyó: «Os escribo, porque, interesándoos á vos tanto como á el negocio de que trata esta carta, tengo una entera confianza en vos, y no quiero exponerme á que se sepa, por muchas precauciones que tomemos, que nos hemos visto. Importa que todo el mundo nos crea desavenidos. Sostened vos por vuestra parte el papel de enemigo mío, que por la mía yo sostendré el de enemigo vuestro.

Ferpierre descubrió este motivo cuando leyó, entre otras cartas, algunas de negocios que el administrador de los bienes de la Condesa d'Arda le había escrito de Italia; en ellas se hablaba de letras del Príncipe, de cuentas que tenía que rendir, de sumas que se le habían enviado por conducto de banqueros.

Un acreditado historiador de la Iglesia nos dice que los lugares donde se reunian los primeros cristianos parecian mas escuelas públicas que templos. Adriano, tolerante con la ley de Cristo desde que leyó la apología de S. Cuadrato, permitió á sus adeptos la construccion de ciertos templos, que llevaban el nombre de Adrianéos, y cuya forma era próximamente la de las basílicas paganas.

Dádmela vos por traslado, que otras más graves reales órdenes se han dado sin que lo sepa su majestad. El duque, dominado por Quevedo y por la situación, se sentó en la mesa, escribió, firmó, leyó lo que había escrito á Quevedo y luego dobló el papel, le puso un sobre y le selló y le sobrescribió. Beso á vuecencia las manos y le doy las gracias dijo Quevedo tomando el pliego.

Más tarde, después de la misa, en la sala donde se cumplía la ceremonia solemne de la inauguración, Adriana no pudo poner atención a nada; oyó por intervalos el cuchicheo de las personas que tenía cerca de , el discurso de circunstancias que leyó una señora, en el estrado, junto al arzobispo, y todo aquello le produjo un efecto indefinible, algo así como sucede a quien despierto apenas no alcanza todavía a comunicarse con la realidad.

El de Luzmela volvió a recostarse en el sillón, cerró de nuevo los ojos y cruzó otra vez las manos murmurando: Siga, siga la lectura, don Juan, y dispensen. Don Juan leyó otro ratito; él y don Pedro se miraban mucho aquella noche, y, más temprano que de costumbre, se despidieron. Encontraron en el corredor a Rita, que subía con Carmen de la mano, y le dijeron: El amo está peor, ¿eh? ¿Peor?

Pero Clara, aunque se sorprendió mucho, no dió importancia al hecho. La otra se sonrojó ligeramente, y tomando de nuevo el libro de Santa Teresa, dijo: Voy á ver si encuentro un pasaje que hay aquí recomendando la penitencia. Hojeó el libro, y leyó.

Así que durante una larga temporada no leyó más que relaciones sangrientas de crímenes terribles y monstruosos, en las cuales tanto se placía el fabricante de conservas alimenticias.

Pero en vez de pronunciar el Pater noster fundamental, que es lo que procedía para empezar de nuevo, clavó los ojos en el libro, y maquinalmente leyó: De dos maneras de amor quiero yo ahora tratar: uno es espiritual, porque ninguna cosa parece le toca la sensualidad ni la ternura de nuestra naturaleza; otro es espiritual, y que junta con él nuestra sensualidad y flaqueza ... Qué distracción!-observó después.

Desde que estaba en él, le espiaba, le estudiaba y le seguía recatadamente los pasos. Prevalido además de su posición de alcalde, interceptó la carta que acabamos de poner aquí, la abrió y la leyó. El maestro se desconsoló con aquella lectura e imaginó que al chico le faltaban por lo menos dos o tres tornillos en la cabeza.

Palabra del Dia

vorsado

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