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Actualizado: 5 de junio de 2025
El miembro del tribunal que se encontraba a la izquierda del presidente le dijo por lo bajo: ¿Por qué no les pregunta usted a las demás mujeres? ¿Acaso tampoco querrán prestar juramento? El presidente tomó la lista de testigos y leyó: ¡Pustochkina! Usted también, a lo que parece, se ocupa...
Luego leyó, extractando e interpretando en nuestra lengua vernácula el contenido de las páginas por donde el libro estaba abierto: «
El viejo se encogió de hombros. No sé contestó . El jefe de orden público leyó tres o cuatro y se las guardó con una risita que me dio mala espina. ¿Pero dónde estaban? En aquella arquita antigua que está en el gabinete de la señora condesa... Es un cajoncito con secreto. ¿En el secrétaire del boudoir? dijo Currita aún más sorprendida . ¡Pero si allí no había nada!... A ver, venga usted conmigo.
-Todo puede ser -respondió Sancho-, que muchas veces sale de mí aquel olor que entonces me pareció que salía de su merced de la señora Dulcinea; pero no hay de qué maravillarse, que un diablo parece a otro. -Y bien -prosiguió don Quijote-, he aquí que acabó de limpiar su trigo y de enviallo al molino. ¿Qué hizo cuando leyó la carta?
Tomó el huésped, lleno de sorpresa, el papel, y leyó en voz alta lo siguiente: «Alcaldía constitucional de....
En Inglaterra hubo de tener muy buen éxito nuestra novela, ya que de ella se hicieron en poco tiempo tres traducciones y ediciones diferentes en lengua vulgar. Vivía entonces el famoso Daniel de Foe, y es probable o casi seguro que leyó la historia de Hay Benyocdan, gustó de ella y se propuso imitarla.
Al fin sintieron el ruido de un coche que paraba á las puertas de Palacio. ¿Quién será? dijo el Rey con una gran alteración de semblante y pasando á la cámara. Anunciaron al ministro de la Gobernación. Fernando volvió á la camarilla y miró á Elías con una cara en que el consejero leyó despecho y desaliento. ¡El ministro de la Gobernación! ¿No me dijiste que iba también allí?
¡Pronto! dijo con sequedad el viejo, sentándose y tomando una carta que había sobre la mesa. La leyó; después tomó su capa y su sombrero, y dijo á las chicas: Voy á salir; tengo que hacer: no volveré en toda la tarde. Mi sobrino llegará esta noche á eso de las ocho: yo no vendré hasta las diez lo más temprano. Que me espere aquí.
Creo que hasta ahora no se ha mencionado la circunstancia de que cuando tenía Hawthorne casi concluída la novela, leyó lo escrito á su esposa, y preguntándole ésta cuál sería el desenlace, obtuvo por toda respuesta: "Realmente no sé." Á su cuñada, la Srta.
Tanto os han visto, que ya lo sabe vuestro padre. ¿Y qué es lo que sabe? Leed, prima. Y la abadesa puso en el torno que tienen todos los locutorios la carta que acababa de recibir, y dió la vuelta al torno. La de Lemos tomó la carta y leyó. Era de su padre. En ella decía á la abadesa que habían visto meterse en el convento y en uno de los locutorios á su hija, y tras ella á Quevedo.
Palabra del Dia
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