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Actualizado: 5 de junio de 2025
Don Narciso tomó el boletín, mi tía se sentó en una silla y los demás circunstantes rodearon al lector. Don Narciso leyó con voz conmovida. La victoria era completa. A la lectura de cada nombre de guerrero, las exclamaciones de júbilo de los oyentes interrumpían al lector.
De seguro la abadesa os ha dado una carta. Es verdad. Una carta para el duque de Lerma. Es verdad. Dadme esa carta. Pero tengo que llevarla á su excelencia. Dadme esa carta. Montiño la sacó del bolsillo interior de su ropilla, y la dió á Quevedo. Quevedo rompió la nema. ¿Pero qué hacéis? dijo Montiño. Esta carta, puesto que está en mi mano, es para mí. Y la leyó. Ya lo sabía yo dijo.
Hacía muy poco que se había graduado de Doctor en Jurisprudencia, y había enviado a su padre la tesis doctoral. El padre leyó con suma atención las cuatro o cinco primeras páginas, pero no entendió palabra, se mareó y dejó la lectura.
Entonces leyó distraída en el lomo del libro voluminoso: Obras de Santa Teresa.
18 A más de esto, declaró Safán escriba al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me dio un libro. Y leyó Safán en él delante del rey. 19 Y cuando el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos; 20 y mandó a Hilcías y a Ahicam hijo de Safán, y a Abdón hijo de Micaía, y a Safán escriba, y a Asaías siervo del rey, diciendo:
Tomó con su habitual gravedad la carta que le presentaba el portador, le gratificó con largueza y le despidió. Pero el mozo le respondió: Aguardo contestación. Entonces el guapo echó una mirada al sobre y observó que estaba escrito de mano de hombre. Lo rompió con presteza y leyó la carta.
»Aun no me contestó con una sonrisa triste y expresiva. »Luego, volviéndose al gobernador de la prisión, que entraba en aquel instante, le entregó una carta, que leyó vivamente, y, sorprendido en extremo por su contenido, la dejó caer sobre la mesa junto a la cual estaba yo sentada. Fijé en ella una mirada investigadora y me estremecí al ver unos caracteres que no me eran desconocidos.
El 18 llegó dicho Guzman donde estaba el barco, y habiendo tirado un tiro antes de llegar, viendo el acompañamiento de indios, los soldados de la expedicion se asustaron, á caso por ser los primeros indios que habian visto. Entregó las cartas que llevaba; las leyó dicho Capitan comandante, y leidas dijo á dicho práctico, "caminemos, y mas que se quede el P. Capellan y la comitiva."
Leyó monsieur Jaccotot los epígrafes de «Capítulo primero, Tribulaciones de un marido en Francia», y se enrojeció hasta la calva... En efecto, él había sido un marido desgraciado en Francia. Por eso había tenido que abandonar allí su posición universitaria; por eso, absolutamente incapaz para los negocios, veíase obligado a enseñar aquí en un colegio particular...
Un secretario leyó en el Congreso la proposición de nuestro diputado, y el presidente dijo en seguida: El señor de los Peñascales tiene la palabra para apoyarla. Jamás oyó el aludido un estruendo tan horripilante como el que formaron estas palabras en sus oídos. La proposición, por sus extraños términos, había adquirido cierta celebridad en el Congreso, y el orador se estrenaba con ella.
Palabra del Dia
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