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Actualizado: 17 de julio de 2025
Me han contado que tiene á sueldo un novelista de folletón, el cual debe lanzar todas las semanas un cuento de esta clase para enardecer á los jugadores. Acogió el príncipe con una sonrisa la invención de su amigo, pero Lewis no aceptaba paradojas en asuntos tan respetables, y gritó que todo lo que él contaba lo había presenciado. Mentía sin darse cuenta al hacer esta afirmación.
El príncipe le había visitado una vez en esta fortaleza nueva y ruinosa, para invitarle á un largo viaje en su yate. Pero Lewis no quiso aceptar. Debía seguir el duelo con el Casino para recuperar su dinero; tenía la obligación de terminar su obra. La guerra le despertó por unas semanas de esta quimera tenaz.
Minutos después olvidó su guerrera resurrección para señalar varias construcciones de un gris azulado que las hacía confundirse con la colina situada á sus espaldas. El castillo de Lewis.
Lo gracioso para Miguel era que Lewis también figuraba entre los maestros que «sabían jugar», y todos ellos perdían, lo mismo que los ignorantes. Su único mérito estribaba en ir retardando el momento de la ruina final, en prolongar la anonadadora emoción, envejeciendo como prisioneros á la sombra de los peñones del principado.
El viejo soldado de la tradición se alteraba al recordar al conde y su rosario. Por esto, cuando Lewis declaró que no sabía nada de su amigo, repuso seriamente: Yo sé dónde está: en una casa de locos. Sonó de pronto el estrépito de un tren que pasaba ante Villa-Sirena con acompañamiento de gritos y silbidos. Más ingleses que iban á Italia. Esto les hizo ocuparse de la guerra.
Su camarada íntimo, el único que podía vivir con él varios días seguidos, era un conde francés, más viejo que Lewis, y al que se designaba únicamente por su titulo, como si no tuviese apellido, como si fuese «el conde» por antonomasia.
El coronel estaba seguro de que este heroico burlón se divertía con sus precauciones meticulosas... Pero no podría negar que le interesaba la novedad de la ceremonia. Lewis salió para disponer que los automóviles se alejasen hasta una arboleda cercana. Un verdadero disgusto para los dos conductores.
Miguel establece una relación entre estos insectos y el espíritu que habitó el organismo que se deshace cerca de sus pies, bajo un metro de tierra. Sus colores variados y desacordes le hacen pensar en el alma de la muerta. También, minutos antes, otra mariposa blanca revoloteando sobre las flores traídas por Lewis le ha hecho ver el alma pueril y sublime de lady Mary.
Jugaba con la cabeza hundida entre los hombros, las fuertes manos sobre la bayeta verde, sin mirar á nadie, sin permitir que nadie le hablase, pues esto desorientaba sus combinaciones. En los días nefastos, al discutir con los empleados ó sus vecinos de mesa sobre una jugada dudosa, las cóleras de Lewis alteraban la calma discreta de los salones.
Miró á Castro una vez más, como á un enemigo astuto que disimula su pensamiento, y se aventuró á hacer una pregunta: Y mi parienta la de Delille, ¿cómo juega? Atilio fijó los ojos en él sin malicia alguna, extrañándose del interés que mostraba por la duquesa; pero no pudo hablar, pues se le adelantó Lewis. Odiaba á las mujeres, especialmente en la mesa de juego.
Palabra del Dia
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