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Actualizado: 23 de julio de 2025
Es preciso que usemos de todas nuestras armas decía riéndose Coca, para vencerlo y que quede en casa, contigo, y si tú no quieres o no puedes, aunque sea conmigo... Dime, Laura, ¿y qué harás tú para conquistar a ese don Mariano? ¿Yo? contestaba distraída y complacientemente la hermana mayor. Lo que tú quieras. Le pondré ojitos tiernos... le diré palabras dulces...
Adriana, preocupada deliciosamente por la idea de que Julio estaba en la casa y que lo vería de un momento a otro, no fijó su atención en aquella frase de Carmen. Puso todos los sentidos en sorprender, sobre la cara de Julio, cuando bajara, la impresión que le haría volverla a ver. Sorprendió una expresión de júbilo, y en seguida una contradictoria mirada de tristeza. Con él bajaba Laura.
Al tirar por la ropa hacia arriba, los dedos de la condesa rozaron la boca del mayordomo, el cual dejó escapar un beso tímido sobre ellos. Laura quitó rápidamente la mano, se puso colorada y continuó, sin decir palabra, arreglando la cama. Al día siguiente sólo asomó la nariz por la puerta para preguntarle cómo seguía, y se fué sin entrar en conversación.
Los espectadores asisten después á la entrevista nocturna entre Laura y Don Félix, interrumpida por la llegada de Don Antonio, portador del encargo de su hermana.
En cualquier caso, Adriana, casándote con Muñoz no remediarás nada. ¡Oh, sí! Julio te quiere a ti, te quiere locamente. ¿Cómo puedes imaginar, entonces, que se casará con Laura? En realidad, no se trata de que se case con Laura. ¡Pero entonces cada vez te comprendo menos!
Tal vez continuó Carmen está enamorado de alguna de nosotras... Un mozo no viene tan seguido a una casa si no tiene interés... Después yo he notado... Pronunció con ligera ironía estas palabras y se detuvo un instante, mirando a Laura con malicia.
Yo llevaba las cartas que se escribían. ¡Qué cartas más divinas, Adriana! No comprendía yo que pudiese Laura expresarse tan bien.
Al oír hablar, Laura se incorporó, retiró vivamente su mano de las manos de Julio y tendió los brazos a su amiga. Adriana se precipitó, la besó una y otra vez, y parecía no tener caricias bastantes para aquella pobre cara devastada por la pasión y por el sufrimiento. Laura sonreía. ¡Qué miedo tuve de que no vinieras! Estoy muy enferma, ¿sabes?
Su solicitud hacía sonreír dulcemente a Laura. ¿Por qué no vas al comedor? murmuró. Yo voy a dormirme ya. No, no tienes sueño y yo no podría conversar allí pensando que te quedas tan apenada.
De casarme con Julio, Laura se moriría. ¡Cómo exageras! Tú no la conoces, supones que se trata de una novelera. Al contrario, hay en ella una sinceridad absoluta para consigo misma, y en todas sus cosas tiene la reserva y la discreción más delicadas. Pero llena de alma como es, lo cifró todo en el amor y el amor no ha tenido piedad para con ella.
Palabra del Dia
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